
La congresista por Nueva York Nydia Velázquez (Yabucoa, Puerto Rico, 72 años), es uno de los miembros más influyentes del caucus progresista de los demócratas en la Cámara de Representantes. Con su llegada a Washington en 1993, hizo historia como la primera hispana de su partido en conquistar el Capitolio donde, además de a su distrito, presta especial atención a los asuntos de Puerto Rico y Latinoamérica.
Esas preocupaciones se han centrado últimamente en los ataques extrajudiciales a supuestas narcolanchas en aguas internacionales del Caribe, que ya se han saldado con 69 asesinatos de civiles. Además Velázquez lideró hace un par de semanas la redacción de una carta al secretario del Tesoro, Scott Bessent, para exigirle transparencia sobre la decisión de la Casa Blanca de ofrecer un rescate de 40.000 millones de dólares (unos 34.575 millones de euros) a Argentina.
Recibió a EL PAÍS en su oficina de Williamsburg, porción del distrito que representa (y que incluye partes de Brooklyn, Queens y Manhattan) en una ciudad que la ha reelegido 16 veces. La cita fue el día antes de las elecciones que dieron la alcaldía al joven socialista demócrata Zohran Mamdani, cuya candidatura apoyó pronto la congresista. A la pregunta de qué lección cabría extraer de una victoria como la que finalmente se produjo —y que los triunfos del martes en Nueva Jersey, Virginia y California redondearon en una gran noche para los suyos—, Velázquez respondió: “Lo importante es la señal que hemos mandado a los republicanos: hay una erosión del apoyo público a Donald Trump, cuya aprobación está por los suelos”.
Pregunta. Esta semana se cumple un año de la victoria del presidente estadounidense. ¿Cómo definiría estos 12 meses?
Respuesta. Como faltos de empatía y llenos de caos y crueldad. Sin respeto por el Estado de derecho. Nos encaminamos, si no estamos ya, hacia una dictadura.
P. ¿No teme sonar alarmista?
R. Controla los tres poderes del Estado. En el legislativo, su partido está abdicando de su responsabilidad constitucional al no oponerse al poder del presidente, porque le tienen miedo. Así es en el caso de [el millonario pederasta Jeffrey] Epstein. [El líder de la mayoría republicana Mike] Johnson está obstruyendo la toma de posesión de una representante electa demócrata [Adelita Grijalva, por Arizona], porque sabe que en cuanto lo haga, sumaremos los votos suficientes para que se publiquen unos papeles en los que el nombre de Trump podría estar por todas partes. Es un momento muy oscuro, en el que quienes están en la mayoría no nos dejan hacer nuestro trabajo, legislar o aprobar un presupuesto.
P. ¿Es el cierre de Gobierno la única manera de los demócratas de hacer oposición?
R. Los republicanos controlan ambas cámaras, la presidencia y se puede decir que también el Tribunal Supremo [con su mayoría conservadora]. No tienen los votos necesarios para aprobar el presupuesto. ¿Por qué íbamos a apoyarlos si se niegan a negociar? Queremos un compromiso por escrito, porque no nos fiamos de ellos, que diga que no eliminarán los subsidios sanitarios.
P. ¿Han luchado los demócratas lo suficiente contra Trump en esos 10 primeros meses de su segunda presidencia?
R. Esta crisis [del cierre de Gobierno] ha dejado muy claro que en este momento estamos protegiendo a los estadounidenses, protegiendo la atención médica de la gente de este país, y enviando un mensaje contundente. El presidente no puede usar el presupuesto para quitarles el dinero a los más vulnerables, a los niños y ancianos. Dieciocho millones de personas podrían perder su cobertura médica en nombre de la reducción de impuestos para los multimillonarios. Así que, cuando tenemos muy claro qué batallas debemos librar y qué posturas debemos adoptar, ganamos. Y esta es una lección que debemos aprender de Mamdani.
P. ¿Está de acuerdo con el análisis de que su partido perdió las elecciones por un discurso demasiado a la izquierda?
R. No. Soy miembro convencida del ala progresista del grupo parlamentario, y llevo en esto 34 años. Muchos votantes desconfían de nosotros porque piensan que estamos demasiado vinculados a las grandes corporaciones y que no estamos aquí para luchar por los derechos de la clase trabajadora.
P. Ese análisis del que hablaba se refiere más bien a los asuntos de las así llamadas guerras culturales. A que les importó más lo woke que las cosas que realmente preocupaban a los votantes…
R. No podemos tener miedo, ni dejar que el otro bando nos defina. Tenemos que hablar de los temas que le importan a la gente. ¿Cuáles? De este distrito muchos se fueron hace 30 años por la delincuencia, por las drogas, y aun así, decidimos que teníamos que luchar por los recursos para crear programas que generaran empleo. Lo limpiamos, pero luego lo vendimos al mejor postor. Y así acabamos con [los alcaldes Michael] Bloomberg y [Rudy] Giuliani… Durante mucho tiempo, la gente no sabía a quién votar. Pero basta un candidato que explique claramente cuál es su visión, como ha hecho Mamdani, para ilusionar a la base.
P. ¿El líder del partido de cara a las presidenciales de 2028 ya existe, o aparecerá de aquí a entonces?
R. En política, un mes es una eternidad. Así que queda mucho tiempo. Llegará.
P. Esta semana ha sido la del triunfo de un candidato de 34 años, Mamdani, y de la retirada de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, de 85. ¿Es la hora del cambio generacional?
R. Está ocurriendo en todas partes, y va a ocurrir también en los dos partidos. Ha sido uno de los mayores honores de mi carrera trabajar con Pelosi. Siempre me ha asombrado su capacidad para unir al grupo parlamentario, así como su firme liderazgo. Como la primera mujer en ostentar el mazo de speaker, rompió barreras para muchas de nosotras.
P. ¿Cree que Trump mandará las tropas a Nueva York para contestar el triunfo de Mamdani y qué piensan hacer para plantarle cara?
R. Hemos estado teniendo reuniones y conversaciones sobre el terreno. Estaremos listos. La opinión pública lo es todo, así que tenemos que seguir organizándonos y movilizándonos, y eso es precisamente lo que estamos haciendo aquí en la ciudad de Nueva York. No vamos a esperar a ver qué hará después. Debemos adelantarnos, y trabajar sobre el terreno.
P. Se ha mostrado muy activa sobre la ayuda de Trump al presidente argentino, Javier Milei. Este incluso empleó esa ayuda para presionar a los votantes de las últimas elecciones en el país sudamericano…
R. Que el secretario del Tesoro no haya ido al Congreso a dar explicaciones es inaceptable. El fondo de estabilidad cambiaria se usó en 1995 para brindar asistencia a México, pero esta vez no ha habido rendición de cuentas, transparencia o controles. En lugar de hacerlo por razones económicas que beneficiaran a Estados Unidos o para proteger el dinero de los contribuyentes, [Trump] lo hizo por ideología, porque quería ayudar a un presidente conservador y reaccionario, y salvarlo en las elecciones.
P. Hace un par de años, introdujo una moción en el Congreso para pedir el fin de la Doctrina Monroe. Trump está demostrando una fe que confunde a sus fieles en el intervencionismo en eso que Washington solía llamar “el patio trasero”.
R. Es un presidente que no respeta la ley, que cree que no va con él. Lo que está demostrando es una doctrina propia, de intervención sin transparencia ni consulta alguna [al Congreso]. Esto supone un retroceso en el intento de mejorar las relaciones con América Latina.
P. ¿Es una maniobra de distracción?
R. Cada vez que se siente amenazado, crea una crisis. Está claro con los aranceles. No tiene una política económica coherente, sino un plan basado en la lealtad y en los rencores personales. No le gustó lo que Brasil le hizo a [el expresidente Jair] Bolsonaro y le impuso un gravamen del 50%. En cuanto a Venezuela, aún no ha aportado ninguna prueba [de que esas lanchas transportaran droga]. Es una violación tanto de nuestras leyes estadounidenses como de las internacionales.
P. ¿Cree a Trump cuando dice que no tiene planes de lanzar una operación militar sobre el terreno en Venezuela?
R. Quiero creerle, pero es un mentiroso persistente. No respeta la ley, y no tiene autocontrol cuando se siente amenazado.
P. Teniendo en cuenta el fenomenal despliegue de buques de guerra y de tropas que ya hay en el Caribe… ¿podría echarse atrás a estas alturas?
R. No parece fácil. La operación supone un gasto extraordinario de dinero de los contribuyentes.
P. ¿Coincide con quienes analizan que tras esos ataques en el Caribe subyace el deseo de derrocar al régimen chavista?
R. Lo único que puedo decirle es que no han aportado ninguna prueba. Dice que lo hace por seguridad y para proteger al país, cuando el gran problema en Estados Unidos es el fentanilo, y en Venezuela no se produce; viene de México. Ni siquiera tenemos datos sobre los supervivientes del naufragio. Si son culpables de un delito, ¿por qué no traerlos aquí para juzgarlos?
P. El ecosistema de Washington tampoco parece muy preocupado por esa gente…
R. Al principio, casi nadie hablaba de esos ataques, ni siquiera en el Congreso. Pero eso está cambiando, tanto en el caso de Venezuela como en el de los aranceles. Sería deseable que la comunidad internacional y Naciones Unidas protestaran por lo que está pasando en el Caribe, plantearan el problema, incluyendo cómo está militarizando Puerto Rico y usándolo como plataforma para atacar a Venezuela. ¿Acaso no es eso tratar a Puerto Rico prácticamente como una colonia?
P. ¿Qué futuro político ve para la isla?
R. Puerto Rico jamás se convertirá en Estado, porque se necesitan 60 votos en el Senado, y eso nunca sucederá. Pero debemos ser muy cuidadosos al decir esto. No podemos descolonizar Puerto Rico imponiendo la estadidad, solo porque políticamente convenga a algunos aquí en el continente. Los republicanos no la quieren porque creen que Puerto Rico votará demócrata. Pero ese no debería ser el tema, sino nuestra obligación moral de descolonizar Puerto Rico, de proporcionar un mecanismo que permita al pueblo de Puerto Rico decidir sobre su propio futuro.
P. ¿Incluye eso la independencia?
R. Podría ser la independencia. Podría ser un régimen de libre asociación, pero nunca el estatus actual, porque ahora es una colonia.
