
El trabajador que quedó atrapado la mañana del lunes en el derrumbe de parte de una torre medieval en Roma ha fallecido esta madrugada en el hospital, según han informado los medios italianos. Octav Stroici, de 66 años y nacionalidad rumana, como otros de los operarios auxiliados en el accidente, había sido rescatado en condiciones muy graves a las 22.35 de la noche del lunes, después de pasar 11 horas bajo los escombros. La Fiscalía de Roma ya ha abierto una investigación para aclarar las causas del accidente, pues teóricamente se había verificado la seguridad del edificio.
La Torre de los Conti, levantada en el siglo XIII y de 29 metros de altura, se halla en el centro del Foro romano, en el cruce de Via Cavour con la avenida de los Foros Imperiales. Estaba en desuso y abandonada desde 2006 y hace unos meses habían comenzado trabajos de reforma y restauración. El lunes, a las 11.24, se derrumbó parte de un lateral mientras cinco operarios trabajaban en un andamio. Cuatro fueron rescatados inmediatamente y uno de ellos fue trasladado a un hospital con una trauma en el cráneo, pero fuera de peligro. La caída de cascotes levantó una enorme nube de polvo y parte del material llegó hasta la calzada, por la que en ese momento pasaban decenas de turistas. Se registraron escenas de pánico, pero ninguno resultó herido.
Sin embargo, Stroici quedó atrapado en el interior de la torre, a media altura, sepultado por dos metros de cascotes. Asomaba solo la cabeza y un hombro. Los bomberos llegaron enseguida al lugar y entraron en el edificio con una escalera mecánica a través de una pequeña ventana. Llegaron hasta él y en primer lugar montaron una instalación de protección por si había un nuevo desprendimiento. Es lo que sucedió a las 13.50, cuando se produjo un segundo derrumbe en el interior del edificio, que sorprendió a los bomberos y propagó otra gran nube de polvo. Salieron indemnes pero la situación del operario se complicó. Permaneció consciente durante todo el día, hablando con los bomberos que intentaban ayudarle. Un médico le inyectó un medicamento para aplacar el dolor y le colocó una mascarilla de oxígeno, pero al final de la jornada su situación fue empeorando. Los equipos de rescate se valieron de un gran tubo aspirador que succionaba piedras y cascotes, pero al final ya excavaban con las manos.
Pasaban las horas, se hizo de noche y una multitud aguardaba expectante el desenlace del suceso. Entre las personas congregadas estaba su esposa, acompañada del embajador de Rumania, el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y el ministro de Cultura, Alessandro Giuli. La muchedumbre lo recibió con un aplauso cuando por fin fue salvado, aún con vida. Los bomberos lo bajaron por la escalera mecánica por la que habían accedido a la torre hasta una ambulancia, donde le sometieron a un masaje cardiaco. Fue trasladado de urgencia al Policlínico Umberto I, pero ha fallecido horas más tarde por las lesiones sufridas.
