
Europa afronta uno de los momentos más inciertos y peligrosos en décadas. La amenaza histórica y tradicional de Rusia, que tras invadir Ucrania hace casi cuatro años ha intensificado su guerra híbrida contra los aliados europeos de Kiev, hizo despertar al Viejo Continente. Europa empezó a rearmarse, a hablar de volver al servicio militar. Ahora, cuando es del todo consciente de su dependencia y vulnerabilidad del paraguas de seguridad estadounidense, abre los ojos a otra realidad traumática: que el Estados Unidos de Donald Trump también busca debilitarla, dividirla y desestabilizarla. La UE está bajo asedio. Fuerzas externas e internas se movilizan para abolir el proyecto europeo, una estructura multinacional, política, económica; una unión de valores que defiende el mundo multipolar basado en reglas mientras la voracidad de otros grandes actores quieren desbaratarlo. Europa afronta momentos clave para su supervivencia.
“Los europeos aún tienen que adaptarse al hecho de que el mundo posterior a la Guerra Fría ha terminado y ha comenzado una nueva era de la disrupción”, asevera Daniel Hamilton, investigador del Instituto de Política Exterior de la Universidad Johns Hopkins. La publicación la semana pasada de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en la que asegura que Europa está en “decadencia total” y apunta a operaciones de injerencia para corregirlo ha sido un shock para la UE.
En el documento, que marca la hoja de ruta de la Administración estadounidense y consagra su giro reaccionario y euroescéptico, se marca como objetivo apoyar a las fuerzas reaccionarias contrarias al proyecto europeo que considera “partidos patrióticos”.
Constanze Stelzenmueller, directora del Centro Estados Unidos-UE del instituto estadounidense de análisis Brookings, cree que lo que está haciendo Estados Unidos al poner a la UE en la diana es proyectar, desviar las ansiedades o temores que siente sobre sí mismo, hacia otros: “Cabe destacar que China es hostil a Taiwán (una nación china democrática), Rusia es hostil a Ucrania (una nación eslava democrática), y la derecha estadounidense MAGA es hostil a Europa. La crítica de la Estrategia de Seguridad Nacional al cambio demográfico en Europa es un ejemplo clásico de proyección: el cambio demográfico es mucho más rápido en EE UU que en Europa”.
En la Unión, un club diverso de 27 países y 450 millones de habitantes, la reacción ha sido tardía. “Los aliados no interfieren en la vida política ni en las decisiones políticas de sus aliados, respetan su soberanía”, ha lanzado esta semana António Costa, presidente del Consejo Europeo y la voz que más duramente y más claro ha hablado de la estrategia de Washington. Trump quiere poner a Europa de rodillas y que se sumerja en el papel de vasallo, de colonia tecnológica y cultural, de territorio para hacer negocios para sus oligarcas tecnológicos. Y para ello, las leyes y directivas europeas, sus gobiernos democráticos y organizaciones de consumidores le van mal. Y se está movilizando con todo lo que tiene para tratar de borrarlas.
El asedio también llega desde las redes sociales. Elon Musk, dueño de X (antes Twitter) y de Tesla, considerado el hombre más rico del mundo, ha emprendido una campaña contra la UE después de que su red social recibiera una multa de 120 millones de euros por parte de la Comisión Europea. Asegura que la política de privacidad europea cuesta miles de minutos a los usuarios (y por supuesto le cuesta dinero) y que el Ejecutivo comunitario y todo lo que rodea a las instituciones europeas no es democrático. Un ideario que comparte el filósofo ultranacionalista ruso Alexander Dugin, que fue uno de los ideólogos del putinismo. Musk ha llamado a “abolir la UE”. El ruso clama por una “insurrección, ahora”.
El acoso y hostigamiento al proyecto europeo, del que España forma parte desde hace 40 años, llegan desde múltiples frentes. También desde dentro, donde los caballos de Troya afines al Kremlin o al universo MAGA (Make America Great Again, en el que está por ejemplo el húngaro Viktor Orbán), casi siempre de ambos, pregonan consignas populistas que culpan al extranjero, al migrante, al pobre. Y pescan en el descontento de una ciudadanía descolocada por el terremoto en el orden mundial que bebe mucho de las redes sociales.
Son esas fuerzas con las que Rusia y Estados Unidos buscan el divide y vencerás de toda la vida. Trump quiere evitar la fortaleza de la Unión y dialogar con los Estados miembros por separado, usando la guerra arancelaria si hace falta. El Kremlin estuvo intentándolo años (en algún caso, de hecho, lo consiguió usando como palanca su energía barata y sus redes comerciales).
“La UE se esfuerza por reducir su dependencia de la energía rusa, los mercados chinos y la seguridad estadounidense. De lo que los europeos no se han dado cuenta es que estas tres grandes potencias, cada una por sus propios motivos, participan activamente en el desmantelamiento del proyecto europeo”, dice Hamilton. “Cada una cree poder promover sus propios intereses en el continente europeo, y ven a la UE a menudo como un obstáculo”, apunta.
El prisma del asedio es amplio. Y la UE, con su potente mercado interior, lo afronta a paso de tortuga y con serias dependencias de otro actor clave, China, que le suministra bienes esenciales, como tierras raras o materiales esenciales para la transición verde, mientras inunda su mercado de productos baratos. Tanto que, si la UE no acelera, devorará su industria europea.
Sin embargo, en los pasillos de las instituciones europeas, en los corrillos diplomáticos, en la conocida como burbuja de Bruselas se trata de quitar importancia a un documento que mientras critica a Europa como si fuera un agente al que desestabilizar no sitúa a Rusia como adversario. Consagrar por escrito lo que el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, ya lanzó en un incendiado discurso en la conferencia de seguridad de Munich a principios de año. Unos argumentan que se está dando demasiada importancia al documento, otros que en realidad no tiene la huella de Trump.
“Europa se repliega sobre sí misma y corre el riesgo de volver a engañarse… Hoy quienes eran nuestros aliados no solo ya no lo son sino que dan la mano a nuestros enemigos”, reflexiona una alta fuente diplomática europea, que alude a los contactos entre el autócrata ruso Vladímir Putin y Donald Trump —que siempre han tenido buena sintonía—. Entre Washington y Moscú han tratado de cocinar sin Ucrania (y sin los europeos) un acuerdo que ponga fin a la guerra lanzada por Rusia que pone contra las cuerdas a Kiev e hipoteca su futuro. El Kremlin confía en la mano de la Casa Blanca y en el interés del magnate republicano por alcanzar un pacto antes de Navidad para lograr en la mesa de diálogo lo que no ha logrado con las armas.
La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, ha sido muy clara: “Europa vive su momento más peligroso y difícil desde la segunda guerra”. Lo dijo a principios de octubre, cuando su país sufrió un ataque híbrido con drones —varias investigaciones apuntan a Rusia— que obligo a cerrar varios aeropuertos civiles, antes de una importante cumbre Europea, y lo ha repetido desde entonces.
El Estado nórdico, además, ha vivido en primera persona la ambición de Trump, que ha amenazado con anexionarse Groenlandia (territorio autónomo del reino de Dinamarca) sin descartar el uso de la fuerza. “Estados Unidos utiliza el poder económico, incluidas amenazas de fuertes aranceles, para imponer su voluntad. Y ya no descarta el uso de la fuerza militar, incluso contra aliados”, afirma un documento del Servicio de Inteligencia de Defensa, publicado esta semana.
Jamie Shea, investigador de Friends of Europe y ex alto cargo de la OTAN, remarca que es Rusia la principal amenaza para Europa. Y que mientras el Kremlin está demostrando claramente su hostilidad hacia el proyecto europeo mediante acciones concretas como la invasión de Ucrania y la realización de multitud de operaciones de guerra híbrida (desde “ciberatrocidades” a sabotajes, asesinatos con agentes nerviosos, interferencias de GPS, vuelos de drones que interrumpen el tráfico aéreo, interferencias con cables submarinos), lo que emerge de Washington es principalmente retórica.
Estados Unidos ciertamente ha tomado algunas medidas contra Europa, como la imposición de aranceles y la retirada de una brigada estadounidense de Rumania. Pero al mismo tiempo, señala el antiguo alto cargo de la OTAN, todavía hay mucho de “lo de siempre” en la relación transatlántica: armas e inteligencia estadounidenses llegan a Ucrania, funcionarios estadounidenses discuten un plan de paz para Ucrania con sus homólogos europeos, ejercicios de la OTAN con fuerzas estadounidenses se realizan regularmente, se exportan automóviles y productos farmacéuticos europeos a Estados Unidos, millones de turistas viajan en ambas direcciones, etc.
“No hay necesidad de entrar en pánico todavía. Europa debe esperar y ver si la Administración Trump se toma en serio su propia Estrategia de Seguridad Nacional y la sigue en 2026 con acciones concretas, como la intervención directa en las elecciones europeas en apoyo de partidos populistas de extrema derecha, más aranceles o sanciones contra países europeos individuales o prohibiciones a políticos e intelectuales europeos críticos con la administración de visitar Estados Unidos”, remarca Shea.
El club comunitario ha puesto en marcha una maquinaria enorme para tratar de estrangular la economía de guerra de Rusia y trata de combatir sus ataques híbridos. Sin embargo, reconoce una alta fuente comunitaria, le falta el pulso y el resorte para reaccionar a los embates de Trump y está siendo aún muy lenta para defenderse de la asertividad china.
“Europa necesita aprender a defenderse: sus sociedades, sus economías, sus democracias, su seguridad”, diagnostica Stelzenmueller, que cree que sería útil que España contribuyera más a ese objetivo que simplemente pedir una “integración más profunda” o “eurobonos”, es decir deuda conjunta.
Lo cierto, reconoce el investigador Hamilton, es que los europeos aún necesitan que los estadounidenses aborden la agresión de Rusia contra Ucrania y otros Estados europeos. El acuerdo económico entre Estados Unidos y la UE de verano, dice, no fue un “trato”, fue solo el primer paso de lo que serán negociaciones en curso. “Evitó una guerra comercial a gran escala y ayudó a garantizar que Estados Unidos y sus aliados europeos sigan trabajando juntos en cuestiones de seguridad europea, a pesar de lo que los titulares puedan hacer creer”, cree Hamilton. “La estrategia de la UE es ganar tiempo, así que el tiempo dirá si puede resistir más diatribas de Trump durante los próximos 11 meses”, abunda el investigador de la universidad Johns Hopkins, que señala que las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos podrían dar una mayoría demócrata a la Cámara de Representantes, lo que pondría fin a las políticas más extremas de Trump.
Las amenazas son claras, el objetivo del asedio es desagregar Europa, dividirla, desestabilizarla, pero Europa debe responder con más Europa, coinciden los expertos. Una mayor integración europea, en particular la finalización del mercado interior de la UE para 2028; la ampliación del club comunitario para integrar a los 10 países actualmente candidatos, entre ellos Ucrania, lo que garantizará la seguridad de Europa eliminando la zona gris en la que opera Rusia y aumentando el mercado interior de la UE. “Se trata de avanzar y no retroceder a la era anterior a la UE y a la OTAN de la Europa de los Estados nacionales de los años treinta y principios de los cincuenta, como parece defender la ideología de Trump negando la historia y la experiencia”, cierra Shea.
