
La deserción de siete senadores demócratas y de un independiente abrió la puerta el domingo a eso de la medianoche (hora local) para el fin del cierre parcial del Gobierno más largo de la historia de Estados Unidos, que este lunes, mientras se adentraba en su séptima semana, cumplió su cuadragésimo primer día. También devolvió al partido a un terreno familiar: la crisis existencial de la que parecieron emerger tras un largo año inmerso en ella, después de las contundentes victorias del 4 de noviembre en Nueva York, Nueva Jersey y Virginia.
El apoyo de los votantes pareció premiar en las urnas la oposición demócrata al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y, particularmente, la negativa a pactar con los rivales para reabrir el grifo de la Administración hasta no tener el compromiso de los republicanos de que no desaparecerá a final de año, como está previsto, una parte de las coberturas sanitarias incluidas en el programa Obamacare. Son subsidios aprobados durante la pandemia, y su previsible final disparará el precio de los seguros médicos de millones de estadounidenses.
Entonces, ¿por qué ceder precisamente ahora con un pacto que no incluye esa conquista? Esa misma pregunta se hacen 40 compañeros de bancada en el Senado, que el domingo votaron en contra de la nueva propuesta republicana de financiación. Aún está en proceso de aprobación (tiene que recibir el visto bueno final en la Cámara baja, aprobarse en la de Representantes y recibir la firma del presidente), pero, tras 14 votaciones fallidas, algo ya se puede dar por descontado: los conservadores han logrado por fin la mayoría cualificada de 60 votos que exigen las reglas del filibusterismo en el Senado (donde tienen 53 escaños y un disidente: el veterano Rand Paul, de Kentucky).
El líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, atendió a la prensa al mediodía de este lunes en el Capitolio para decir lo que ya había dicho en sus redes sociales: los suyos tampoco votarán a favor de la nueva propuesta, porque contribuye, añadió, a “agravar la crisis sanitaria” por la que atraviesa el país.
Los desertores, tres de los cuales —John Fetterman (Pensilvania), Catherine Cortez Masto (Nevada) y Angus King (Maine)— votaron con los republicanos desde el principio, ofrecieron una conferencia de prensa el domingo por la noche para tratar de justificarse, diciendo que el acuerdo que apoyan era “el único pacto posible” y subrayando lo que sí incluye: la reapertura del grifo de la Administración federal hasta finales de enero, cuando puede haber una nueva crisis, la financiación de los cupones de alimentos de los que dependen 42 millones de personas durante el curso fiscal de 2026 y el compromiso de que la Administración de Trump readmitirá a los funcionarios despedidos durante estos 41 días, de que pagará retroactivamente los sueldos no percibidos por los que mantuvieron sus trabajos y de que no echará a más empleados federales en los próximos dos meses y medio.
Críticas a Schumer
Los miembros del grupo, que completan las senadoras de New Hampshire Jeanne Shaheen y Maggie Hassan, Tim Kaine (Virginia), Dick Durbin (Illinois) y Jacky Rosen (Nevada), votaron por diferentes motivos —de la preocupación por los funcionarios, legión en su Estado, de Kaine, a las presiones de la industria turística de Nevada—. Sean cuales fueran sus razones, todos se enfrentaron el lunes a parecidas críticas de los suyos. En el caso de Shaheen, la censura por la capitulación llegó hasta de su propia hija, la también política demócrata Stefany Shaheen, que expresó su disgusto en sus redes sociales.
La onda expansiva también salpica al líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, cuyos correligionarios culpan de no haber sido capaz de mantener la cohesión entre sus filas. “Ya no sirve y debería ser reemplazado. Si no puede liderar la lucha para detener el aumento desorbitado de las primas de los seguros médicos para los estadounidenses, ¿por qué luchará?”, dijo el representante Ro Khanna, demócrata de California, en una publicación en redes sociales el domingo. Ezra Klein, tal vez el columnista con más influencia sobre el partido, escribió, por su parte, un artículo en The New York Times titulado: “¿En qué están pensando los demócratas”.
El pacto —alcanzado, según Klein, “a cambio de muy poco”— también incluye el compromiso de que se celebrará una votación en el Senado sobre la extensión de los subsidios de Obamacare (nombre que recibió la Ley de Sanidad Asequible del presidente que la impulsó), aunque parece evidente que servirá de poco. Ni los republicanos ni Trump, que lleva días atacando esa norma, parecen muy dispuestos a dejarse convencer en ese punto por sus rivales. Los disidentes argumentan que esa votación servirá al menos para que sus rivales se retraten en ese tema, que tanto preocupa a los estadounidenses.
Entre tanto, el acuerdo del domingo en el Senado es solo el principio del proceso que desembocará en la apertura del Gobierno, con suerte, antes de que termine la semana, que, por complicar más las cosas, incluye un festivo este martes, Día de los Veteranos. El líder de la mayoría republicana, Mike Johnson, compareció este lunes por la mañana, para avisar a los congresistas de que volvieran cuanto antes a Washington para poder votar. Les dio 36 horas para regresar a Washington.
La Cámara baja lleva desde antes del inicio del cierre del Gobierno en receso por orden de Johnson. Una vez reanude sus trabajos, los demócratas forzarán una votación, con la ayuda de un puñado de republicanos, para obligar al Departamento de Justicia a hacer públicos los papeles de Epstein, correspondientes a los juicios contra el millonario pederasta. Murió en 2019 antes de enfrentarse a la justicia, mientras esperaba su suerte en una celda de Nueva York. Epstein fue amigo de Trump y el nombre del presidente, que no ha sido vinculado con ninguno de los crímenes del financiero, aparece una y otra vez en esos papeles.
Este lunes, Trump terció en la batalla del Capitolio desde su red social, Truth, con un mensaje en el que prometió un bonus de “10.000 dólares” para los controladores aéreos “patriotas” que hayan seguido trabajando estas semanas, pese a no cobrar sus sueldos. Al resto, les lanzó una amenaza que no está claro en qué se traducirá: “Para aquellos que no hicieron más que quejarse y tomarse días libres (…) NO ESTOY CONTENTO CON VOSOTROS. (…) Tendréis un punto negativo, al menos para mí, en vuestro expediente”.
Esos empleados federales, como los encargados de la seguridad en los aeropuertos, tienen la consideración de trabajadores esenciales. El resto de funcionarios, unos 750.000, quedan durante cualquier clausura de la Administración suspendidos de sueldo, pero también de empleo. Todos ellos se temieron que Trump cumpliera otra amenaza: la de no pagarles retroactivamente. Ese temor se disipó tras conocer los detalles del acuerdo del Senado.
Entre las consecuencias del cierre del Gobierno —que ha provocado la parálisis de decenas de agencias federales y el cierre o la desatención de museos, monumentos y parques naturales; ha empujado a miles de funcionarios a los bancos de alimentos y ha pausado la distribución de los cupones de los que dependen millones de personas desfavorecidas— tal vez los efectos sobre el tráfico aéreo han sido las más graves. También, los que mayor presión han puesto sobre los legisladores.
El viernes pasado entró en vigor decisión de la autoridad aérea estadounidense (FAA, por sus siglas en inglés) de cancelar centenares de vuelos en los 40 principales aeropuertos de Estados Unidos para hacer frente a la saturación aérea por las bajas o renuncias de los controladores. Tras un fin de semana caótico, este lunes amaneció con la previsión de que 1.485 vuelos serían cancelados y 825, retrasados, según la web FlightAware. La situación que se fue agravando con el pasar de las horas.
No está cuándo recobrarán la normalidad los aeropuertos estadounidenses. Mientras el proceso de reapertura del Gobierno continuó lentamente en el Capitolio, nadie estaba este lunes en condiciones de asegurar cuándo terminará la clausura más larga de la historia de Estados Unidos. Tampoco, de qué han servido tantos sufrimientos. En Washington, la pregunta más recurrente al día siguiente de la capitulación de ocho senadores, es si ese acuerdo pactado este domingo en el Senado podría haberse alcanzado por los púgiles antes incluso de que se calzaran los guantes el pasado 1 de octubre.
