La segunda jornada de negociaciones indirectas en Egipto entre Israel y Hamás para poner en marcha cuanto antes el plan de Donald Trump para la paz en Gaza ha puesto en evidencia que el diablo está en los detalles y en la nula confianza entre las partes. Después de que el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, diese cuenta de un consenso en el 90% del texto y exhortase a cerrar en días los detalles “técnicos”, Hamás ha subrayado este martes que no entregará a los rehenes sin garantías de que se cumplirán sus condiciones y ha advertido de que la negociación puede alargarse. El presidente de EE UU ha señalado poco después que hará “todo lo posible para asegurarse de que todos respeten el acuerdo”, si sale finalmente adelante.
Hamás quiere “un alto el fuego permanente y completo”, con “retirada total” de las fuerzas israelíes “de todas las zonas de Gaza”, el inicio “inmediato” de la reconstrucción y garantías de que los desplazados podrán regresar a las zonas donde vivían, ha declarado uno de sus dirigentes, Fawzi Barhum, según un resumen de su comparecencia difundido en el canal oficial del grupo en la red Telegram.
La prioridad “es el cese inmediato de la agresión y el genocidio contra Gaza”, ha señalado Barhum, al detallar las condiciones que pone su movimiento para llegar a “un acuerdo que satisfaga las aspiraciones” de la población local.
Además, diversas facciones palestinas (entre ellas Hamás y la Yihad Islámica) defendieron en un comunicado conjunto una “postura de resistencia por todos los medios” y subrayó que “nadie tiene el derecho de ceder las armas del pueblo palestino” mientras haya ocupación israelí.
En este contexto, el Gobierno de Qatar, uno de los tres mediadores junto con Washington y el anfitrión Egipto, se dispone a involucrarse en el diálogo al máximo nivel. Su primer ministro, Mohamed bin Abdulrahman Al Thani, viajará a Egipto para sumarse este mismo miércoles, según la agencia Reuters.
Optimismo
Doha ha echado este martes agua al fuego del optimismo y la urgencia con la que Trump y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, tratan el diálogo desde que presentaron el pasado día 29 los 20 puntos del plan para Gaza.
Hamás lo recibió con un “sí, pero”; el dirigente estadounidense lo trató como un sí a secas y ahora los mediadores intentan pulir las diferencias, que giran en torno a “muchos detalles” de “la entrega de los rehenes, la liberación de los presos palestinos y la entrada de ayuda”, según ha explicado el portavoz del Ministerio de Exteriores catarí, Mayed al Ansari. “Las reuniones continúan. Todas las partes empujan para lograr un acuerdo”, ha añadido.
El portavoz ha señalado que “los obstáculos están ahora en la aplicación” del plan, con el objetivo de “que no sea temporal”. Es decir, evitar que Hamás entregue a los últimos 48 rehenes israelíes (la mayoría sin vida) en la primera fase del acuerdo y el resto acabe quedando en papel mojado. De ahí la declaración de Trump, que ve “la posibilidad de que haya paz en Oriente Próximo”. “Es algo que va más allá de la situación en Gaza”, ha señalado en el Despacho Oval. También ha confirmado que su enviado especial, Steve Witkoff, y su yerno y asesor, Jared Kushner, participarán en las conversaciones.
Hamás trata de concretar cuestiones que considera vitales, pero presentan contornos vagos en el plan de Trump, que Netanyahu además retocó en favor de Israel en el último momento. Sobre todo, uno, la retirada gradual de las tropas israelíes de Gaza. Hamás reclama que sea completa, mientras que Netanyahu alardea en los últimos días de que se quedarán en “la mayor parte de Gaza” una vez liberados los rehenes. Sí habrá un leve repliegue y un cese de los bombardeos para hacer posible el canje de los rehenes por unos 2.000 presos palestinos, 250 de ellos con al menos una cadena perpetua. Los mediadores trabajan en los mapas, que en el plan era poco preciso y sin plazos.
Otra cuestión abierta es la definición de lo que en el texto aparece como “desmilitarización” de Gaza, así como el mecanismo para supervisarla. Hamás reclama distinguir entre armas “ofensivas” y “defensivas”, mientras que Israel pretende que incluya todas, exiliar a sus líderes y, en la práctica, la desaparición de la milicia. El grupo palestino “ha acordado entregar sus lanzacohetes y misiles, pero no las pistolas ni otras armas”, que “desea conservar para combatir a las facciones palestinas rivales en Gaza”, subrayaba este martes el comentarista de asuntos diplomáticos del diario Haaretz, Amir Tibon, en un análisis.
Incluso en lo ya pactado (el intercambio de una tacada los últimos 48 rehenes por presos palestinos), quedan por definir detalles que podrían dar al traste con la negociación. Por ejemplo, cómo se elegirán qué 250 presos palestinos condenados a perpetuidad saldrán de la cárcel si finalmente se produce el canje.
A tenor de experiencias previas, Hamás tratará de incluir en la lista a Marwán Barghuti, el mayor icono vivo del nacionalismo palestino, pese a pertenecer al brazo armado de Al Fatah, la facción que vertebra la Autoridad Nacional Palestina. Ha cumplido más de dos décadas de su condena a cinco cadenas perpetuas como cerebro de varios atentados suicidas en territorio israelí. Resulta improbable que Netanyahu acepte excarcelar a la figura que más aglutina a las diferentes facciones palestinas y que aboga por el entendimiento entre las dos principales: Hamás y Al Fatah.
Otra pregunta en el aire es el destino que Israel dará a los excarcelados: ¿permitirá que los detenidos en los arrestos masivos que ha efectuado en la Franja desde la invasión, en octubre de 2023, regresen o tratará de exiliarlos?
Hamás también se opone a que un organismo de transición internacional, presidido por el propio Trump, tutele la administración tecnocrática palestina sobre la que recaerían los asuntos corrientes. La milicia quiere asegurar que los palestinos se gobiernen a sí mismos, aunque acepta el papel de países del mundo árabe/musulmán. No reclama participar en la futura administración del territorio.