
Donald Trump no estaba en la ceremonia de entrega del premio Nobel de la Paz en Oslo. Tampoco estuvo prevista nunca que acudiera a un acto del que finalmente estuvo ausente la galardonada, María Corina Machado. Pero el presidente estadounidense era protagonista indirecto: la promesa de la líder de la oposición de Venezuela de que su país “volverá a respirar” intensifica la atención sobre el pulso del republicano con Nicolás Maduro y la incertidumbre acerca de si acabará ordenando un ataque contra objetivos en territorio del país caribeño.
Antes de la llegada de Machado a Oslo, Trump advertía en un acto en la Casa Blanca este miércoles contra cualquier posibilidad de que la líder de la oposición venezolana resulte detenida si intenta regresar a su país de origen. “No me gustaría” que resultara arrestada, declaraba el presidente estadounidense.
La líder de la oposición venezolana ya había dedicado su premio a Trump, entre otros, cuando se anunció en octubre que era la ganadora de esta edición del Nobel de la Paz y mantuvo una llamada telefónica con el presidente estadounidense. Entonces, Machado le pidió que detuviera la “guerra” de Maduro en Venezuela.
La dirigente opositora es partidaria de una intervención estadounidense para forzar la caída de Maduro, y en su discurso de este miércoles se dijo lista para buscar un cambio de régimen en Venezuela: “Durante estos dieciséis meses en la clandestinidad hemos construido nuevas redes de presión cívica y de desobediencia disciplinada, preparándonos para una transición ordenada hacia la democracia”, leía su hija.
La Administración Trump sostiene que el enorme despliegue militar que mantiene desde agosto en aguas internacionales del Caribe frente a Venezuela tiene como objetivo la lucha contra el narcotráfico en la operación Lanza del Sur, en la que ha bombardeado al menos 22 supuestas narcolanchas y ha matado al menos a 87 personas.
Pero Caracas, y numerosos expertos y legisladores estadounidenses, consideran que la verdadera razón de esa campaña es tratar de forzar la marcha de Maduro y el fin del régimen chavista. En una entrevista grabada el lunes y publicada el martes en el digital Politico, Trump aseguraba que los días del líder venezolano en el poder “están contados” y no descartaba el envío de tropas estadounidenses a ese país. En su discurso en Pensilvania, el presidente reiteraba sus amenazas de llevar la campaña a suelo venezolano. “Por tierra es más fácil… (y el tráfico de drogas) es aún más prevalente”, sostenía.
La gran incógnita es si Trump acabará finalmente cumpliendo sus amenazas. Y, en ese caso, con qué resultado. Los efectivos militares que mantiene en la zona no son suficientes para una invasión terrestre: el think tank CSIS calcula que requeriría al menos 50.000 soldados para una agresión de este tipo. No está claro que fuera a conseguir el objetivo de derrocar a Maduro —y, aunque lo hiciera, aún quedaría por resolver la estabilidad de Venezuela tras el conflicto. El precedente de la última gran intervención de Estados Unidos en el exterior, en Irak —otro país petrolero—, no es halagüeño.
“Para Maduro es una cuestión de supervivencia”, apunta Francesca Emanuele, del Centro para la Investigación Política y Económica (CEPR, por sus siglas en inglés), que descarta la posibilidad de que el líder chavista deje el poder voluntariamente. “Bajo las condiciones en que se encuentra ahora y que Estados Unidos está creando, no habrá ningún cambio en esta situación”.
Si se produce el ataque en tierra con el que amenaza Trump, advierte la experta, “sería algo terrible no solo para Venezuela, sino para toda la región”. En el país sudamericano están presentes numerosos agentes ilícitos con acceso a armas, es vecino de Colombia y su situación interna ya ha dado lugar a la mayor crisis migratoria en la historia moderna de América Latina. “Podríamos ver un conflicto horrendamente destructor en Venezuela que podría extenderse por la región”, señala.
“Las consecuencias podrían abarcar cualquier cosa desde un cisma en el seno de las Fuerzas Armadas venezolanas al surgimiento de una guerrilla prochavista, hasta una guerra civil, y quizás incluso el empeoramiento de la crisis migratoria que Trump percibe como el quid de los problemas de seguridad nacional de Estados Unidos”, apunta por su parte Daniel de Petris, del think tank Defense Priorities.
Pese a las amenazas de Trump, por el momento no está claro si el presidente ha tomado una decisión definitiva. Además de las dificultades en torno a un ataque y la situación posterior, el presidente se enfrenta a su propio electorado. La mayoría de los estadounidenses, según las encuestas, no apoya una intervención militar. Y su propio equipo de asesores parece dividido entre quienes prefieren una solución diplomática y los partidarios del músculo militar.
“El secretario de Estado, Marco Rubio, ha sido el motor que ha impulsado la política de Estados Unidos hacia Venezuela y el despliegue militar en los últimos meses”, recuerda Brian Finucane, antiguo asesor legal del Departamento de Estado y ahora en la organización dedicada a la solución de conflictos Crisis Group. La esperanza del jefe de la diplomacia estadounidense, según este experto, es que un ataque “bien cause la salida de Maduro o bien aliente a otros en el gobierno a destituirle”. “Si fuera por Rubio, él autorizaría la acción militar para forzar un cambio de régimen. Pero no depende de él, sino de Donald Trump, que por lo que sabemos no ha autorizado una intervención militar directa en Venezuela”.
En opinión de este experto, aún es posible que el pulso entre los dos gobiernos se acabe resolviendo de manera pacífica y de modo que, sin derramamiento de sangre, Trump pueda cantar victoria.
“El presidente atribuye su interés en Venezuela a cuestiones migratorias y de deportación, y a la lucha contra la droga. Como Venezuela no exporta fentanilo, Trump puede declarar victoria al respecto. Los cruces fronterizos se encuentran en sus niveles más bajos, y Caracas acaba de anunciar que readmitirá los vuelos de repatriación de deportados. Quizá los dos líderes podrían llegar a algún tipo de trato para una mayor participación de las empresas estadounidenses en el sector petrolero venezolano… Hay riesgos reales de intervención, dado lo errático de esta administración, pero también hay posibles vías de salida que eviten una acción militar”, explica Finucane.
