Las causas del accidente del funicular de Lisboa, que provocó la muerte de 16 personas al descarrilar el pasado 3 de septiembre, comienzan a aclararse. Y no dejan en buen lugar a los responsables de Carris, la empresa pública de transporte que gestiona los funiculares históricos, además de la red de autobuses y tranvías. El informe preliminar divulgado la tarde de este lunes por el Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes con Aeronaves y Accidentes Ferroviarios (GPIAAF) muestra una sucesión de fallos que contribuyeron a la tragedia. El más importante afecta al cable subterráneo que conectaba las dos cabinas del sistema, cuya rotura provocó el siniestro. Según el GPIAAF, el cable usado no estaba certificado para “utilizarse en instalaciones de transporte de personas”, como el funicular de la Glória.
La empresa decidió sustituir los cables certificados por otros, con fibra en lugar de acero, a partir de 2022. El que causó el accidente se había instalado en 2024 y tenía 337 días de uso. Los especialistas del GPIAAF aluden también a errores en las labores de mantenimiento, así como la falta de un examen exhaustivo sobre el sistema de frenado. El funicular contaba con dos sistemas de frenado, que el guardafrenos André Marqués activó al detectar que ganaba velocidad, sin que lograran detenerlo aunque sí reducir levemente la aceleración. “El guardafrenos tardó un segundo en actuar al sentir la súbita aceleración y accionó la válvula de freno”, señala el informe.