
Los máximos líderes del Partido Comunista chino, reunidos a puerta cerrada esta semana en Pekín para ultimar el próximo plan quinquenal, han prometido acelerar la “autosuficiencia” en tecnologías de vanguardia en medio de la intensa pugna con Estados Unidos. El comunicado final del cónclave, en el que se ha ultimado la hoja de ruta de desarrollo de China hasta 2030, pide que la nación esté preparada para afrontar posibles “tormentas violentas”. Sus conclusiones, difundidas en la tarde del jueves por los medios estatales, redoblan la apuesta china por las manufacturas de alto nivel añadido como eje de una “economía real”.
“La competencia estratégica entre las principales potencias se ha vuelto más compleja e intensa”, ha aseverado este viernes por la mañana Han Wenxiu, subdirector de la Oficina de Asuntos Económicos del Partido Comunista, en una rueda de prensa para dar cuenta de los avances del encuentro. “La incertidumbre y la inestabilidad externas han aumentado, al igual que los riesgos y desafíos”, agregó Han, quien subrayó que el 15º plan quinquenal (2026-2030) tiene en cuenta esos cambios en el terreno geopolítico. “Las crisis también pueden convertirse en oportunidades”, ha concedido.
La reunión del llamado cuarto plenario del Comité Central ha reunido durante cuatro días a los cerca de 370 dirigentes titulares y suplentes de la base del poder chino. Se han reunido en el hotel Jingxi, un edificio grisáceo sometido a custodia militar y ajeno al escrutinio público. Las deliberaciones han sido secretas. Y el programa al completo de esta reliquia de la planificación de la era soviética no será público hasta marzo del año que viene. Pero el comunicado difundido al término ya da pistas de las pulsiones de Pekín hacia la tecnología punta, la autosuficiencia y la seguridad como fórmulas para afrontar las turbulencias internas y externas. La palabra “lucha”, habitual en el lenguaje combativo del Partido, ha sido escrita más veces que de costumbre.
“Debemos seguir persiguiendo el desarrollo económico como nuestra tarea central, con el desarrollo de alta calidad como nuestro principal objetivo, y la reforma y la innovación como fuerza motriz fundamental”, dice la nota emitida por Xinhua. “Debemos mejorar el rendimiento general del sistema de innovación de China, aumentar nuestra capacidad de innovación en todos los ámbitos, esforzarnos por alcanzar una posición de liderazgo en el desarrollo científico y tecnológico y seguir fomentando las nuevas fuerzas productivas de calidad”.
El texto fija como meta que China alcance en 2035 un nivel de renta per cápita propio de un país “moderadamente desarrollado” y logre la modernización “plena” en 2049, coincidiendo con el centenario de la fundación de la República Popular.
La cita ha tenido lugar en una semana marcada por la publicación de un dato de crecimiento del PIB por debajo de lo esperado, un 4,8%, la peor cifra en un año, si bien muy por encima de otros países. Esto refleja que al gigante asiático se le amontonan los problemas de consumo interno en medio de los estragos de la guerra comercial con su gran rival. Las exportaciones totales de la gran fábrica mundial han seguido en aumento, pero las dirigidas hacia Estados Unidos cayeron un 27% interanual en septiembre.
De hecho, uno de los ejes del próximo plan a cinco años será cómo restaurar la confianza de los consumidores y reactivar el gasto interno. El consumo de los hogares continúa débil, lastrado por el estancamiento de los salarios, la caída de la inversión y las presiones deflacionarias. El ministro de Comercio, Wang Wentao, ha pedido esta mañana confianza: “China seguirá impulsando el consumo y las industrias emergentes, posicionando su mercado como un campo de pruebas y una oportunidad para la innovación global”. “Muchas empresas extranjeras consideran que invertir en China no es una opción, sino una necesidad”, reconoció, antes de afirmar que el país continuará “respaldando la inversión extranjera”.
Más allá de lo que acuerden los máximos dirigentes de las dos grandes economías del planeta, Donald Trump y Xi Jinping, durante su encuentro en Corea del Sur la próxima semana, China tiene intención de seguir la misma senda de desarrollo que le ha funcionado hasta la fecha, produciendo manufacturas de cada vez mayor valor añadido. El plan del liderazgo comunista es “construir un sistema industrial moderno” y “fortalecer los cimientos de la economía real”, según han expresado este viernes las autoridades comunistas. “Deben acelerarse los esfuerzos para convertir a China en una potencia manufacturera, una potencia de calidad, una potencia espacial, una potencia de transporte y una potencia cibernética”, reza el comunicado oficial. El gigante asiático buscará establecer “un sistema industrial moderno con la industria manufacturera avanzada como columna vertebral”.
El ministro de Ciencia y Tecnología, Yin Hejun, ha destacado los “numerosos avances” que China está logrando en el campo de la inteligencia artificial y ha adelantado que esa industria, junto con la de semiconductores, la capacidad de computación y los instrumentos de alta gama, será una de las grandes prioridades del desarrollo tecnológico nacional, en línea con “las necesidades estratégicas” del país.
Además de para definir la hoja de ruta para el próximo lustro, el cuarto plenario sirvió para reafirmar el control del Partido Comunista ―y de su líder― sobre todos los ámbitos del poder. También ha puesto de relieve el intenso movimiento que sacude desde hace meses a las altas esferas del Ejército Popular de Liberación (EPL). El Comité Central aprobó el jueves la destitución de 11 de sus miembros (nueve de ellos generales del Ejército), la mayor rotación desde 2017. En un sistema político tan opaco como el chino, los reemplazos en la cúpula militar suelen ofrecer una de las pocas pistas visibles sobre los equilibrios internos.
El pleno también confirmó el ascenso de Zhang Shengmin, hasta ahora jefe del órgano disciplinario del EPL, a vicepresidente segundo de la Comisión Militar Central (CMC), el poderoso organismo que supervisa las fuerzas armadas y que preside Xi. Su promoción coincide con la fulminante caída del general que ocupaba ese puesto hasta la semana pasada, He Weidong, considerado hasta entonces uno de los militares más próximos al presidente ―era también uno de los 24 miembros del Politburó, el segundo órgano en el escalafón de poder chino―. Su expulsión marca un hito en la actual campaña de disciplina por ser la primera de un vicepresidente de la CMC en activo desde la Revolución Cultural.
Las destituciones de los últimos meses han reducido la cúpula de la CMC de siete a cuatro miembros y han dejado al Ejército con una de las participaciones más bajas en el órgano político desde la llegada de Xi al poder en 2012. Pekín justifica las salidas por “graves violaciones de la disciplina del Partido y de la ley”, pero los cambios apuntan a un reajuste de fondo en la cadena de mando. En los últimos años, dos ministros de Defensa (Wei Fenghe y Li Shangfu) han sido destituidos en medio de investigaciones por corrupción, un reflejo de la magnitud de la campaña. La Fuerza de Cohetes, responsable del arsenal nuclear chino, ha sido una de las más golpeadas por las investigaciones, con varios de sus comandantes y responsables políticos bajo sospecha.
