
Cuando la justicia francesa acusó al infante Luis Fernando de Orleans y Borbón de tráfico de drogas, Alfonso XIII movió rápidamente sus hilos para que el escándalo protagonizado por su primo pasara lo más inadvertido posible. Corría el año 1924, la dictadura de Primo de Rivera apenas estaba comenzando, y el rey consiguió silenciar el asunto presionando a la prensa y haciendo desaparecer a su incómodo pariente. Luis Fernando, despojado de sus títulos y condenado al destierro, falleció en París en 1945, sumido en la pobreza y olvidado por el pueblo español. Ochenta años después de la muerte del infante, la Corona ya no tiene tan fácil esconder sus polémicas bajo las alfombras de palacio.
Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, acaba de publicar sus memorias en Francia con la intención de, según sus palabras, reconciliarse con su pasado, su familia y España. Pero Reconciliación, que llegará a las librerías españolas en diciembre, no ha hecho más que reabrir viejas heridas. Las televisiones, los periódicos y digitales, las revistas y los streamers de las redes sociales especializados en monarquía llevan días diseccionando sin tapujos las cuestiones más espinosas del libro: el vínculo casi paternofilial que tuvo el monarca con Franco y su connivencia con la dictadura; su papel en el 23-F; su fortuna y sus finanzas opacas; sus relaciones extramatrimoniales; y hasta sus diferencias personales con Felipe VI y la reina Letizia.
La omertà de la que disfrutó el rey Juan Carlos es cosa del pasado. Ese pacto de silencio empezó a resquebrajarse en el verano de 1992, cuando el presidente Felipe González se vio obligado a revelar que no podía nombrar a un ministro porque el Rey no se encontraba en España. Una simple frase —“el Rey no está”— provocó la primera fisura del gran tabú de la Transición: el fin del silencio sobre la vida privada del jefe del Estado.
En medio de aquel revuelo, EL PAÍS publicó que el Rey estaba en Suiza sometiéndose a “un chequeo rutinario”. Juan Carlos I tuvo que regresar a Madrid para despachar con el presidente, pero no logró acallar los rumores sobre la verdadera naturaleza de su ausencia. En un tono sin precedentes, la prensa de la época habló sin rodeos de su amistad con una conocida dama de la sociedad mallorquina y señaló esa relación como el motivo de sus viajes secretos al extranjero. Veinte años después, en 2012, otro viaje secreto, a Botsuana, y otro affaire, con Corinna Larsen, terminaron de rasgar el gran tabú que para la prensa había sido la figura intocable del monarca.
“En el caso de España hubo un pacto de silencio tácito durante muchos años. Eran los directores de los grandes medios de comunicación los que decían a sus redactores: ‘Ojo con lo que escribes sobre la familia real. No queremos problemas’. Era una institución que se acababa de recuperar y había que ser cuidadosos con ellos”, reconoce Carmen Enríquez, que fue periodista de TVE durante 37 años y corresponsal real para la cadena pública desde 1990 hasta 2007.
Según Enríquez, los medios y las redes sociales han contribuido mucho a la actual liberalización o apertura. “Antes había mucha mayor opacidad, trascendían muchas menos cosas. La familia real estaba sobreprotegida. Ahora los medios y todas las instituciones están muy pendientes de lo que se dice en las redes y eso influye en que se vaya un poquito más lejos a la hora de informar. Es como si hubiera entrado la luz, a veces en contra de los intereses y la imagen de la familia real”, añade.
José Antonio Zarzalejos, que fue director del diario monárquico Abc desde 1999 hasta 2004 y desde 2005 hasta 2008, coincide con Enríquez. “Con las nuevas tecnologías, los medios de comunicación tradicionales han perdido la exclusividad de la intermediación. Es un cambio de paradigma de la información, de la comunicación, de la transparencia en todas las sociedades. Y eso afecta muy seriamente a las monarquías, una institución que es contramayoritaria y por necesidad opaca”, apunta el periodista. “La monarquía tiene que mantener siempre una distancia litúrgica para conservar su magia y eso choca con las exigencias actuales de información y transparencia. Este choque constata la extensa dificultad que tienen las monarquías, instituciones no electivas, de ser explicadas en los contextos democráticos”.
Acusaciones de abusos
La Corona española no es la única sacudida por un libro. La reciente publicación de las memorias póstumas de Virginia Giuffre en el Reino Unido han puesto en aprietos al rey Carlos III. Las revelaciones de Giuffre en Nobody’s Girl (La chica de nadie), libro en el que acusa al príncipe Andrés de abusos sexuales y lo implica en la red de trata del magnate estadounidense Jeffrey Epstein, han forzado al monarca británico a fulminar a su hermano, retirándole sus títulos y honores, apartándolo de la familia real y echándolo de los dominios de Windsor.
“Hay una ley darwiniana en las casas reales para mantenerse: se aparta a aquellos que ponen en riesgo a la institución. Es el caso del hermano de Carlos III. Es el caso de la reina Juliana de los Países Bajos cuando su marido, el príncipe Bernardo, fue acusado de cobrar comisiones. Es el caso del rey Eduardo VIII. Esto es muy antiguo. Fernando VII no dejó que su padre, Carlos IV, muriera en España. Alfonso XIII no dejó a su abuela, Isabel II, morir en España”, explica Zarzalejos. “Pero esa ley, antes silenciosa, ahora se hace más dificultosa por la transparencia. Este cambio de estándar obliga a restringir el número de miembros de las familias reales. Ya no pueden ser muy extensas. En eso Felipe VI ha sido muy perspicaz, limitando a la familia real a seis miembros”.
La decisión del rey Carlos intenta contener los daños provocados por su hermano, pero el destierro virtual de Andrés Mountbatten Windsor no ha hecho más que plantear nuevas incógnitas. ¿Por qué el expríncipe sigue figurando en la línea de sucesión al trono? ¿Se irá a vivir a Sandringham, propiedad privada del monarca británico, como señalan algunos medios? ¿Ahora quién lo va a mantener? Según publicó The Guardian hace unos días, el exduque de York podría recibir una asignación anual destinada a evitar que termine como su sobrino, el príncipe Enrique, aireando en la prensa su nueva vida como plebeyo. El periódico progresista apunta a que esta renta vitalicia será pagada con fondos privados de Carlos III y que será varias veces superior a la pensión anual de 20.000 libras (unos 22.000 euros) que Mountbatten recibe de la Marina.
En 1990, Balduino I de Bélgica abdicó durante 36 horas para no tener que firmar la ley del aborto de su país. El monarca, un ferviente católico, alegó objeción de conciencia. Hoy, los belgas no son tan condescendientes con los caprichos de sus reyes. En octubre de 2020, la justicia de ese país reconoció a Delphine Boël, de 52 años, como hija legítima de Alberto II. De la noche a la mañana, el actual rey, Felipe, hijo de Alberto y sobrino de Balduino, tuvo que abrir las puertas de palacio a una nueva hermana y darle el título de princesa. A pesar de ser miembro con pleno derecho de la Casa Real, en 2023 Boël presentó una queja ante el primer ministro del país por no recibir el mismo trato que sus hermanos, al ser excluida de los eventos oficiales de la familia real.
Ahora, Felipe de los Belgas tiene que acoger en palacio a un nuevo e inesperado miembro. Su hermano, el príncipe Laurent, de 62 años, acaba de admitir que tiene un hijo secreto. La prensa del país ha adelantado que el rey concederá el título de príncipe a su sobrino, Clément Vandenkerckhove, de 25 años. Vandenkerckhove también podrá reclamar el tratamiento de alteza, pero no formará parte de la Casa Real, no estará incluido en la línea de sucesión al trono ni recibirá una asignación oficial.
Los medios de comunicación ya no callan ante los excesos de sus reyes y príncipes y la opinión pública es cada vez más severa con ellos. Las lujosas vacaciones privadas de Guillermo y Máxima de los Países Bajos y sus hijas en Mozambique o Grecia son un tema de debate recurrente en ese país. Este verano, la prensa neerlandesa criticó las ocho largas semanas de descanso que los monarcas pasaron fuera de Holanda. Entre sus destinos favoritos está la isla de Spetses, un exclusivo enclave en el mar Egeo donde tienen una casa y un yate.
Los viajes secretos de los Orange suelen ser un problema. La princesa Amalia, la futura reina, vivió en secreto en Madrid durante 2023, huyendo de las amenazas de la Mocro Maffia. La banda del crimen organizado más poderosa y temida de Europa ofrecía una cifra millonaria por la cabeza de la heredera, aunque los detalles del caso solo trascendieron cuando la princesa ya estaba fuera de peligro.
Las monarquías escandinavas, en apariencia idílicas, tampoco se salvan de los escándalos y el escrutinio público. Haakon y Mette-Marit de Noruega, los príncipes herederos, llevan meses en el foco mediático por los comportamientos delictivos de Marius Borg, el hijo que tuvo la princesa antes de casarse con el futuro rey. Borg, de 28 años, se enfrenta a una treintena de imputaciones por diversos delitos, entre ellos, tres presuntas violaciones, maltrato y agresiones, y amenazas e incumplimiento de órdenes de alejamiento.
El hijo de Mette-Marit nunca ha tenido un papel oficial en la Corona noruega, pero sí que se ha criado en palacio junto a Ingrid Alexandra y Sverre Magnus, los hijos que la princesa heredera tuvo con Haakon de Noruega, con los privilegios que esto traía. Torgeir Krokfjord y Oistein Monsen, periodistas de Dagbladet, el diario más leído del país, acaban de publicar un libro titulado Rayas blancas, ovejas negras. En él afirman que Mette-Marit podría haber intentado obstruir la investigación policial para proteger a su hijo.
La Casa Real noruega no ha hecho comentarios sobre Rayas blancas, ovejas negras, pero las revelaciones del libro y el goteo constante de información sobre el caso de Marius Borg han salpicado a la princesa Ingrid, la heredera del heredero. Esta semana, la joven de 21 años dio una entrevista a la televisión pública NRK en la que habló sobre el tema. La princesa reconoció que se trata de “hechos muy graves” y que está siendo difícil para su familia y “para todos los afectados por el caso”. “La justicia tendrá la última palabra”, concluyó la nieta de los reyes Harald y Sonia. Se espera que el juicio contra su hermano empiece en enero de 2026.
Dinamarca, tierra de los cuentos de hadas de Hans Christian Andersen, merece su propio capítulo. El reinado de Federico X comenzó en el invierno de 2024 entre rumores de crisis matrimonial con la abogada australiana Mary Donaldson. Tras la publicación de unas fotografías del entonces príncipe con la socialite mexicana Genoveva Casanova en la revista española Lecturas, la reina Margarita, la monarca viva con el reinado más largo, abdicó en favor de su hijo al filo de una Nochevieja.
La sucesión, inesperada y exprés, logró acallar las especulaciones, pero el juicio que ha iniciado Casanova contra el semanario español ha reavivado la polémica. La mexicana, excondesa de Salvatierra y personaje habitual en las páginas del papel cuché, argumenta que las imágenes han vulnerado sus derechos al honor y a la intimidad. La prensa del corazón sigue de cerca el proceso, a la espera de nuevos detalles sobre esta historia.
Los gabinetes de crisis ya son algo habitual en las casas reales, pero a la realeza europea le cuesta cada vez más ocultar su “basura” bajo las mullidas alfombras de palacio.
