
La congresista demócrata Nancy Pelosi, una de las políticas más famosas e influyentes de Estados Unidos, lo deja. Será el año que viene, cuando no volverá a presentarse a la reelección como representante por San Francisco. El anuncio, hecho por sorpresa este jueves, pone fin así a cuatro décadas en el Capitolio, durante las que rompió uno de los techos de cristal más duros de Washington, al convertirse en la primera mujer de la historia en ser presidenta de la Cámara de Representantes. Lo fue en dos periodos separados, dos tiempos convulsos en los que ejerció el cargo de speaker, que incorpora además la responsabilidad como tercera autoridad del país, por detrás del presidente y el vicepresidente.
“No me presentaré a la reelección al Congreso. Con el corazón lleno de agradecimiento, encaro con ilusión mi último año de servicio como vuestra representante”, dijo Pelosi, de 85 años, en un vídeo dirigido a sus electores en San Francisco, que después repasaba los momentos más importantes de su carrera.
Pelosi hizo también historia al convertirse en la primera speaker en serlo en dos periodos distintos desde los años cincuenta. No fueron mandatos fáciles ninguno de los dos, pese a lo cual, acumuló más poder que cualquiera de sus pares hombres en el Capitolio debido, en buena medida, a una personalidad fuerte y exigente y a su fama de mandar a base de amenazas.
El primero (2007-2011) vino marcado por la Gran Recesión; el segundo, que abarcó entre 2019 y enero de 2023, por los dos impeachment al entonces (y ahora) presidente, Donald Trump, que celebró este jueves la noticia de su retirada como “un gran día para Estados Unidos”, y desaprovechó la oportunidad para mostrar nobleza en la victoria al llamarla “malvada y corrupta”, según Fox News. En ese segundo periodo, le tocó lidiar con la mayor crisis de la democracia estadounidense de la historia moderna, el asalto al Capitolio por una horda trumpista el 6 de enero de 2021, además de con la investigación del comité especial, formado por demócratas y republicanos, sobre el ataque.
Pese a las adversidades, siempre supo dejar su huella en Washington, tanto cuando los suyos estaban en mayoría, como cuando las cosas vinieron peor dadas. Hace tres años, la veterana demócrata, vestida de blanco como las sufragistas, emocionada y nerviosa, anunció, después de que su partido perdiera el control sobre ella, que seguiría en la Cámara como diputada, pero sin aspirar a liderazgo, “Es hora de dar paso a una nueva generación de demócratas”, dijo.
No fue del todo una sorpresa. Entonces, el futuro de esta antigua ama de casa californiana, factótum de la vida legislativa estadounidense, pendía de un hilo, por razones no solo electorales. El violento ataque sufrido por su esposo, Paul Pelosi, e 28 de octubre de 2022 lo mandó al hospital con fractura de cráneo, y pesó a todas luces más en su decisión que la suerte demócrata en las urnas.
Frente a quienes creían que la lenta recuperación de Paul Pelosi la empujaría a dejar la política, otros apuntaban entonces que no pensaba arrojar la toalla por la acción de
Aquel ataque de un ultra conspiranoico, que venía a por ella, y que blandió el martillo contra su marido al no encontrarla, fue la consecuencia de años de demonización de su figura desde el mundo MAGA (Make America Great Again). El núcleo duro de fieles de Trump siempre está dispuesto a lanzar sus dardos cargados de misoginia contra Pelosi, una de las políticas que ejemplificó la resistencia al magnate republicano durante su primera presidencia con un sencillo y teatral gesto. Fue en febrero de 2020, cuando la entonces speaker rompió las hojas del discurso sobre el estado de la Unión del nuevo presidente después de que este dictara, y como reacción a su contenido, con el que el mandatario “destrozó la verdad”, según advirtió ella.
Un salto adelante
Cuando dos años después dijo que se apartaba del liderazgo, la política hizo memoria sobre las dificultades que tuvo para abrirse paso en un mundo de hombres. “Cuando llegué a la Cámara, en 1987, había 12 mujeres demócratas, hoy son más de 90″, dijo entonces.
Por aquel entonces, Ronald Reagan, otro californiano, era presidente, y ella decidió dar el salto a la política tras haber criado a sus cinco hijos. Tuvo claro que no sería una representante más de un grupo de 435 políticos que, en su mayor parte, pasan desapercibidos.
Se convirtió en 2002 en líder de la minoría de la Cámara de Representantes. Cuatro años después, tras la victoria de su partido en las elecciones de medio mandato de 2006, que marcaron la recta final de la presidencia de George Bush hijo, se hizo en enero del año siguiente con el martillo de speaker. Acompañó la primera legislatura de Obama, durante la que se apuntó el tanto de sacar adelante la Ley de Sanidad Asequible (ACA son sus siglas en inglés, y Obamacare, su sobrenombre).
En su segunda vuelta, tuvo enfrente a Trump y empujó como nadie la presidencia de Joe Biden (2017-2021), pese a contar con una magra mayoría en la Cámara Baja. Su capacidad para navegar en esa marea adversa consolidó su imagen de política severa y convincente, pero capaz de dialogar con el adversario para lograr sus objetivos. No se puede decir lo mismo de su sucesor actual, el representante Mike Johnson, que ha decidido clausurar las actividades en el hemiciclo mientras dura el que ya es el cierre del Gobierno más largo de la historia.
La retirada de Pelosi pone fine, por tanto, a una abultada hoja de servicios, en la que los críticos del ala progresista señalan un punto ciego: su escepticismo ante los dos procesos de impeachment (juicio político) a los que fue sometido Donald Trump, a los que ella se resistió por temor a sus consecuencias. Pelosi sospechaba que estos abrirían la caja de los truenos y que se llevarían por delante la menguante colaboración entre bancadas en un país cada vez más polarizado. Visto lo visto, no se equivocaba.
Pese a dejar de ser la speaker, Pelosi mantuvo durante el resto de la presidencia de Joe Biden una notable influencia sobre su partido. Para empezar, porque logró colocar a su candidato, el demócrata de Nueva York Hakeem Jeffries en su lugar. Jeffries no lo tenía fácil para trabajar a la alargada sombre de la veterana política. En este tiempo, el político, carente del carisma de su predecesora, no ha logrado afianzar su control dentro del Capitolio. Tampoco, su imagen en Washington.
Después, durante la crisis por las dudas sobre la capacidad de Biden de presentarse a la reelección, Pelosi ejerció una considerable presión a puerta cerrada sobre su viejo aliado, que desembocó en la renuncia del candidato demócrata y en su sustitución por Kamala Harris, otra destacada política proveniente de la Bahía de San Francisco, que acabaría perdiendo, este miércoles hizo un año, contra Trump.
En la segunda presidencia del republicano, Pelosi no ha sido esa personalidad con facilidad para conquistar los titulares. Eso cambió este jueves, por supuesto, cuando su anuncio sumió a Washington en un tono elegíaco, de despedida de una de las políticas que mejor ha definido la ciudad como espacio geográfico y teatro de operaciones políticas.
