
Cuando el ultraconservador Viktor Orbán fracasó en su intento de revalidar su primer mandato en las elecciones de 2002, sacó la conclusión, entre otras, de que la falta de apoyo mediático había sido fundamental. Desde entonces, ha ido modelando el paisaje mediático húngaro a su favor, para construir una maquinaria de comunicación y propaganda perfectamente engrasada con ayuda de empresarios e inversores afines. El último movimiento ocurrió la semana pasada con el anuncio de la compra del tabloide Blikk —el periódico de mayor tirada de Hungría—, junto con otros medios, por parte de un grupo empresarial leal al primer ministro populista.
La operación llega a solo cinco meses de las elecciones parlamentarias previstas para abril de 2026. En ellas, Orbán se enfrenta a la posibilidad de perder por primera vez tras 15 años de mandatos consecutivos. Desde la irrupción en la escena política en febrero de 2024 de Péter Magyar, un disidente de Fidesz, su propio partido, la intención de voto al primer ministro populista ha ido cayendo.
Magyar, cuyo partido, Tisza, aventaja en seis puntos a Fidesz en las encuestas (45% frente a 39%), denunció en redes sociales que “los delincuentes del NER [como se conoce en Hungría al entramado político y económico afín a Orbán] se han apoderado de otros de los últimos grandes medios independientes impresos y digitales, Blikk y Kiskegyed”. “Orbán y sus compinches están tan aterrorizados por perder las elecciones que ya ni siquiera intentan mantener las apariencias. Están gastando cientos de miles de millones de dinero público en propaganda y aplastando a la prensa independiente”, añadió.
Orbán ha construido una fortaleza mediática mediante reformas legislativas, permitiendo adquisiciones y concentración de medios por parte de empresas leales y poniendo en dificultades económicas y legales a la prensa independiente. Como explica en conversación telefónica Ágnes Urbán, directora del observatorio Mérték Media Monitor, “el conglomerado mediático favorable al Gobierno creado en los últimos 15 años es enorme”. La experta describe un “imperio financiado por publicidad estatal” en el que los inversores —tras la compraventa del grupo editor de Blikk— son progobierno. Todos, excepto uno.
“La experiencia diaria del consumidor húngaro de medios es la propaganda al estilo ruso”, afirma la experta. El Ejecutivo controla la tele y la radio públicas y los diarios regionales pertenecen todos a una fundación cercana a Fidesz. Fue muy sonada, por ejemplo, la donación en 2018 de unos 400 medios entre radios, televisiones, medios digitales y revistas que una decena de editores habían ido adquiriendo, a esa misma fundación.
Según Reporteros Sin Fronteras (RSF) —que describe a Orbán como un “depredador de la libertad de expresión”— el 80% de los medios del país está bajo el control de Fidesz. Los medios replican e intensifican sus mensajes contra la UE, contra Ucrania, contra los migrantes o la oposición.
Concentración del mercado
Con la venta de la división húngara del grupo suizo Ringier —propietaria de 18 publicaciones en línea, entre ellas Blikk, y portales temáticos como EgeszsegKalauz.hu y Kiskegyed, a Indamedia Network—, la concentración del mercado de medios húngaros se intensifica. Indamedia es a su vez propietaria, entre otros, del portal de información progubernamental Index, que junto con Blikk, se sitúa entre los cinco medios más leídos del país. El dueño del 50% de Indamedia es Miklos Vaszily, presidente y director ejecutivo del canal privado TV2, también progubernamental. Medios locales como 444 vinculan además el capital de Indamedia con el ubicuo Lorinc Mészáros, un amigo de infancia de Orbán que desde que él gobierna, se ha convertido en el hombre más rico de Hungría.
La compra de Indamedia por Vaszily en 2020 ya generó un gran revuelo en el país. La plantilla de Index, cuya línea editorial se volvió desacomplejadamente pro-Orbán, se marchó en bloque y creó el medio independiente Telex. El hasta ahora director de Blikk, Zsolt Iván Nagy, que ha dimitido, descarta una desbandada similar, pero en una entrevista con hvg opinó que “si un medio de comunicación está hoy cerca del Gobierno, pasa a formar parte de la comunicación gubernamental de alguna manera”. “Conocemos más o menos las conexiones y los intereses de los dirigentes de Indamedia”, añadió antes de recordar que “solo faltan cinco meses para las elecciones, por lo que es difícil suponer que la fórmula carezca por completo de intenciones políticas”.
Urbán también vincula la operación con las próximas elecciones, y con la reciente decisión de las tecnológicas Google y Meta de eliminar la publicidad política en sus plataformas en la UE para cumplir con la legislación europea. “En Hungría no podías entrar en Facebook o Google sin ver publicidad del Gobierno”, explica la experta. “Blikk —que antes se dedicaba a los famosos pero ahora también tiene contenido político—, llega a la gente a la que no le interesa la política y que tiene una baja concienciación sobre el consumo de noticias”.
La UE y organizaciones de defensa de los valores democráticos llevan tiempo acusando al Gobierno de Orbán de interferir en los medios. Como dijo Human Rights Watch en 2024, “el mayor control del Gobierno sobre el mercado de los medios de comunicación está relacionado con su ataque más amplio al Estado de derecho en Hungría, que incluye el menoscabo de la independencia judicial”. El país, al que la UE ha congelado miles de millones de euros por la deriva de su Estado de derecho, está en el puesto 68 (de 180 países analizados) del Índice de Libertad de Expresión de RSF.
