
El régimen norcoreano está de luto por la muerte de uno de sus figuras más destacadas. Kim Yong-nam, que ejerció como jefe de Estado de facto y fue un defensor a ultranza de la dinastía Kim, falleció este lunes a los 97 años debido a un fallo multiorgánico vinculado a un cáncer, según han informado este martes los medios estatales de Corea del Norte. Kim ocupó cargos de peso bajo la batuta de los tres grandes líderes norcoreanos, con los que no comparte parentesco: el fundador del país, Kim Il-sung, su hijo, Kim Jong-il, y el nieto y actual líder supremo, Kim Jong-un. Kim trabajó por y para ellos, y su longevidad política está directamente vinculada a su fidelidad. Nunca perdió cuotas de poder ni fue purgado en todos los años que se mantuvo en lo más alto.
Apodado “el gran superviviente” por NK News, un medio especializado en Corea del Norte, fue miembro del Politburó del Partido de los Trabajadores, el partido único que Gobierna el país, desde 1978 hasta 2019, cuando abandonó el servicio público. Además, durante más de dos décadas (de 1998 a 2019) presidió la Asamblea Popular Suprema, el obediente Parlamento norcoreano, un cargo que lo colocaba como jefe de Estado ceremonial.
Kim Jong-un ha visitado el féretro de Kim Yong-nam en la madrugada de este martes “para expresar su más sentido pésame”, y ha depositado una corona de flores, según la agencia oficial norcoreana KCNA. Su ataúd permanecerá expuesto este martes en el salón Sojang de Pyongyang, y el Gobierno ha decidido celebrar el miércoles un funeral de Estado en su honor.
“Prestó distinguidos servicios en la historia del fortalecimiento y desarrollo del glorioso Partido y del Estado”, recuerda KCNA en un obituario de tono hagiográfico que describe una vida “brillante”, “fiel a la revolución con el más noble honor, la más pura lealtad”. “Durante el período de casi 80 años de actividades revolucionarias, siempre sirvió al Partido, al país y al pueblo con ricos conocimientos y un alto sentido de la responsabilidad”. Añade que, a pesar de su avanzada edad, había estado escribiendo varios libros “para transmitir la orgullosa historia de la República, repleta de victorias y gloria”.
Nació en 1928, cuando Corea estaba bajo dominio colonial japonés, en una “familia patriótica y antijaponesa”. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con la marcha de los japoneses, y la partición de la península coreana, estudió en Pyongyang y Moscú. Desde principios de los cincuenta trabajó como profesor en la Escuela Central del Partido, y pronto se vinculó al servicio diplomático del Corea del Norte.
Fue ascendiendo hasta ser nombrado responsable del Partido para Asuntos Internacionales en 1975 y ministro de Exteriores en 1983. Le tocó capear numerosas crisis, como el establecimiento de relaciones diplomáticas al final del siglo pasado entre sus principales aliados, Rusia y China, y su gran enemigo, Corea del Sur, país con el que técnicamente el norte sigue en guerra.
Desertores norcoreanos han subrayado que era una persona de fidelidad absoluta a los Kim, nunca crítico y siempre dispuesto a aceptar la visión de los líderes, sin dar problemas al régimen. “Nunca dio a conocer sus propias opiniones… No tenía [aliados] ni enemigos cercanos. Nunca mostró ninguna creatividad. Nunca propuso ninguna política nueva. Solo repetía lo que la familia Kim había dicho antes”, ha contado a BBC el exdiplomático norcoreano Thae Yong Ho, que desertó en 2016 y vive en Corea del Sur. “Es el modelo perfecto de cómo sobrevivir durante mucho tiempo en Corea del Norte”.
Contribuyó a solidificar el liderazgo de Kim Jong-un tras la muerte de su padre. “El respetado camarada Kim Jong-un es el líder supremo de nuestro partido y del Ejército. Ha heredado la inteligencia, la capacidad de mando, el carácter, el sentido moral y el coraje de Kim Jong-il”, dijo en 2011 el entonces presidente de la Asamblea, en la plaza central de Pyongyang, ante cientos de miles de norcoreanos, durante un discurso pronunciado el segundo día de funerales por la muerte del progenitor. La ceremonia se convirtió en un símbolo de entronización del hijo. También dedicó entonces unas palabras a la doctrina atómica que caracteriza el país: “El poder nuclear muestra la fuerza y la confianza de nuestra nación”.
El ministro de Unificación de Corea del Sur, Chung Dong-young, ha expresado también sus “condolencias” por la muerte de Kim Yong-nam, figura clave de la política exterior norcoreana. Chung ha recordado la visita del expresidente de la Asamblea a Corea del Sur en 2018, para los Juegos Olímpicos de Invierno. Este viaje contribuyó a mejorar las relaciones entre Pyongyang y Seúl y colocó las bases para hacer posibles los posteriores encuentros de Kim Jong-un con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y el estadounidense, Donald Trump, en 2018 y 2019.
“Contribuyó a abrir la puerta al diálogo intercoreano”, recuerda el ministro de Unificación en un comunicado recogido por la agencia surcoreana Yonhap. En el escrito también menciona otras dos reuniones con el fallecido, en 2005 y 2018, en las que mantuvo “conversaciones significativas sobre la paz en la península coreana”.
