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RADIO AZTECA DIHITALL > Blog > Noticias > Trump y Xi afrontan su negociación decisiva para regular la mayor relación comercial bilateral del mundo | Internacional
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Trump y Xi afrontan su negociación decisiva para regular la mayor relación comercial bilateral del mundo | Internacional

Última actualización: octubre 26, 2025 8:13 am
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Búsqueda de otros suministradoresPugna a largo plazo

Un proverbio chino recuerda que, cuando se vuelca un nido, todos sus huevos acaban estrellados (覆巢无完卵, fù chào wù wàn luân). Y cuando el orden mundial se ve sacudido por una pelea entre Estados Unidos y China, todas las economías acaban perjudicadas. El próximo jueves, en Gyeongju, la antigua capital medieval de Corea (hoy en Corea del Sur), los presidentes de los dos grandes colosos globales, Donald Trump y Xi Jinping, se verán las caras por primera vez en lo que va de mandato del republicano para tratar de cerrar una serie de acuerdos comerciales, de inversión y sobre tierras raras que eviten en el último momento esa caída del nido, las aplicaciones de unos aranceles y controles de exportación que podrían hacer saltar por los aires la marcha de la economía planetaria.

El optimismo cundió en un septiembre balsámico en Washington sobre la posibilidad de un encuentro cara a cara entre los dos líderes que dejara encaminada una relación comercial que mueve medio billón de euros anuales. Ambos acababan de mantener una conversación telefónica considerada productiva. China se planteaba una inversión gigantesca en EE UU como parte de un acuerdo comercial. Habían, en teoría, alcanzado un pacto para que la popular aplicación de vídeos TikTok, sobre la que pendía una prohibición del Congreso, pueda seguir operando en Estados Unidos. Y Trump coqueteaba con la idea de traer de Corea un acuerdo por el que Pekín compraría cantidades ingentes de soja estadounidense, una tabla de salvación para los granjeros de EE UU perjudicados por los aranceles de Trump y la desaparición de mercados en el exterior. Pero las cosas cambiaron repentinamente.

A finales de septiembre, EE UU amplió de forma considerable la lista de entidades sometidas a controles de exportaciones. El cambio, de aire burocrático, pasó algo desapercibido. Pero no para Pekín: de golpe, añadía potencialmente miles de subsidiarias chinas a la lista negra. EE UU también comenzó a cobrar nuevas tasas de atraque portuario a los buques del país rival. China respondió con impuestos similares sobre los barcos estadounidenses. Pero, sobre todo, con nuevos controles a la exportación a sus tierras raras, algo que la Administración republicana tomó como un golpe muy bajo.

Y no era la primera vez. Después de que en abril la Administración de Trump lanzara su “Día de la Liberación” para imponer aranceles de un mínimo del 15% a los países del mundo, China había sido el único país que optó por el ojo por ojo. Su exhibición de músculo económico desató una disputa que llegó a elevar los aranceles mutuos al 145% para los productos chinos y al 125% para los productos estadounidenses, una situación que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, calificó de un “embargo en la práctica”. Pero, sobre todo, Pekín blandía uno de sus grandes ases: los controles a la exportación de imanes de tierras raras, de los que tiene un cuasi monopolio.

China extrae el 70% y hace el procesado químico del 90% del suministro global de las tierras raras necesarias para todo tipo de productos, desde terminales de móvil hasta cazas F-35. Y cuando cortó el flujo de esos materiales hacia EE UU, las fábricas locales comenzaron a notarlo casi de inmediato: no había imanes para continuar la producción de automóviles eléctricos, o de armamento, o los buques de guerra que el Pentágono asegura que necesita con urgencia precisamente para responder a la pujanza naval de Pekín.

En una nota esta semana, el banco de inversión Goldman Sachs deja claro el porqué de la obsesión de Trump con esos 17 minerales: la disrupción de solo un 10% en la producción de los sectores estadounidenses que necesitan esas materias primas podría recortar de un plumazo 150.000 millones de dólares en la economía nacional.

Las restricciones a la exportación de tierras raras puso en alerta a Washington, que vio hasta qué punto depende de su rival en las cadenas de suministro de componentes fundamentales para su producción económica. Y para su equipamiento militar.

Búsqueda de otros suministradores

Desde entonces, el Gobierno republicano ha multiplicado la búsqueda de suministradores alternativos. Ha acordado con Pakistán desarrollar ese sector. Esta semana, Trump y el primer ministro australiano, Anthony Albanese, suscribieron un acuerdo de 8.500 millones de dólares que ayudará al país austral a explotar sus tierras raras y dará a Estados Unidos acceso a esas materias primas. “En cosa de un año, tendremos tantos minerales críticos y tierras raras que no sabremos qué hacer con ellos”, declaró el lunes Trump durante la firma del pacto.

Pero desarrollar este tipo de alternativas lleva tiempo. Washington y Canberra pretenden invertir en los próximos seis meses más de 3.000 millones de dólares en proyectos que, según asegura la Casa Blanca, arrojarán una producción de 53.000 millones. Pero no está claro cuándo empezaría el desarrollo de esos planes. Menos aún, cuándo se completarían.

Tanto Xi como Trump son, esencialmente, líderes prácticos. Las dos Administraciones son conscientes de hasta qué punto ambas economías están imbricadas: si China exporta productos indispensables, EE UU es dueña de la divisa de referencia, el dólar, y controla el sistema financiero internacional.

“Una escalada incontrolada no beneficiaría los intereses de ninguno de los dos líderes”, escribe Ryan Haas, del think-tank Brookings Institution. “Más bien, en un nivel fundamental, los dos líderes buscan tiempo y espacio para reducir su dependencia de la otra parte para elementos clave para sus propias economías. Esta búsqueda paralela de la diversificación y aislamiento contra la dependencia del otro es la megatendencia de esta relación”.

Así las cosas, los dos líderes intentarán resolver los escollos más inmediatos en la relación. “Creo que vamos a llegar a un acuerdo sobre tierras raras”, declaró Trump esta semana.

Pero es muy improbable que los dos presidentes atajen los problemas bilaterales de fondo. “Vamos a ver un clima en el que no tendremos muchos progresos en los desafíos estructurales de la relación, sean los desequilibrios estructurales en el lado macroeconómico del comercio, o en la relación de seguridad entre el comercio y nuestra seguridad económica. Si ocurren progresos en la reunión, será para resolver los pequeños detalles irritantes bilaterales”, considera Philip Luck, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS).

En mayo, en plena disputa, ambos gobiernos lanzaron negociaciones de inmediato. El resultado: Pekín abría la mano para las tierras raras. Los dos países han ido pactando desde entonces en sucesivas rondas -Ginebra, Madrid y, este fin de semana, en Malasia durante la cumbre de la ASEAN- aplazamientos de 90 días a sus aranceles respectivos, con la idea de que los líderes cierren un acuerdo definitivo en su reunión en Gyeongju.

Esa es una reunión que llegará apenas días antes de que el 10 de noviembre expire el aplazamiento vigente sobre esos aranceles. El mismo 1 de noviembre entrarían en vigor gravámenes estadounidense del 100% sobre productos chinos anunciados por Trump si Pekín no levanta sus controles sobre las tierras raras. Ha costado programar el encuentro entre los líderes, y ha llegado a estar en duda después de que el toma y daca de septiembre y octubre entre los dos países endureciera súbitamente el tono de las negociaciones y Trump llegara a declarar la existencia de una guerra comercial.

En su encuentro bilateral, previsto la próxima semana en los márgenes de la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), se espera que los líderes hablen sobre los aranceles y los controles a la exportación. También abordarán las compras de productos agrícolas por parte de China, el tráfico de fentanilo o la situación de Taiwán. Y, desde luego, la guerra en Ucrania, donde Pekín respalda a Rusia con el suministro de material de uso dual y la compra de petróleo. “Voy a hablar con (Xi) sobre cómo acabamos la guerra, si es mediante el petróleo y la energía o de otro modo. Y creo que va a ser muy receptivo”, profetizó Trump esta semana.

Pugna a largo plazo

Las disputas son múltiples y la República Popular lleva tiempo preparándose para el choque con EE UU. No se ha tomado esta contienda comercial como la de la primera era de Trump. Es consciente de que la pugna va para largo; el choque probablemente definirá el liderazgo militar y tecnológico del siglo XXI. El gigante asiático planifica a años vista ante lo que percibe como una creciente restricción estadounidense, sobre todo en los campos más punteros.

Los máximos líderes del Partido Comunista chino, reunidos a puerta cerrada esta semana en Pekín para ultimar el próximo plan quinquenal, han prometido acelerar la “autosuficiencia” en tecnologías de vanguardia en medio de la intensa pugna con EE UU. El comunicado final del cónclave pide estar preparado para afrontar “tormentas violentas”.

“Necesitamos una negociación generalizada, no solo sobre el control de tierras raras”, dice Wang Yiwei, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Renmin de Pekín. “Esperamos que el presidente Trump no vuelva a jugar la carta del comercio una y otra vez”. Wang cree que hay margen para encauzar las relaciones. En cuanto al nuevo mecanismo de control de tierras raras afirma que se trata de una “campaña anticorrupción” contra gobiernos locales, como el de la provincia china de Mongolia Interior (donde se encuentra la mayor base de extracción y procesamiento de tierras raras del planeta).

Bajo el nuevo esquema, desde el 1 de diciembre las empresas necesitarán una licencia de Pekín para exportar imanes de tierras raras y otros materiales derivados que contengan trazas mínimas (menores al 0,1% del valor) de estos elementos. La herramienta cuenta con una derivada extraterritorial similar a la que usa Washington para restringir el comercio con China de chips, y equipos avanzados que contengan tecnología estadounidense. La idea es controlar el comercio más allá de las fronteras por su posible uso dual, civil y militar. Incluso de productos fabricados en el extranjero, pero usando tecnología china. Sus efectos no solo alcanzan a Estados Unidos; se despliegan por todo el globo.

Según Wang, el mecanismo, pretende frenar el comercio clandestino de tierras raras chinas que acaban en manos de empresas militares estadounidenses sancionadas por Pekín, que a su vez proveen de armas a Taiwán. “No se trata solo de una medida para contrarrestar la guerra comercial con Estados Unidos, sino también de una preocupación interna por establecer un control más coherente”.

China lleva tiempo diseñando su arquitectura de control de recursos críticos. Diversos analistas interpretan que no se trata de una herramienta improvisada para ganar poder de negociación en Corea. Es más bien un reflejo ante un escenario geopolítico que Pekín percibe cada vez más hostil. Un arma a largo plazo. Hasta ahora ha impuesto restricciones sobre 12 de los 17 elementos de tierras raras. También a otros recursos críticos. Y el analista Wang está convencido que el mecanismo se mantendrá más allá de lo que acuerden Xi y Trump el próximo jueves.

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