Si en Gaza ha sido posible silenciar las armas, también lo es en Ucrania. Nada se le resiste a Donald Trump, repiten Volodímir Zelenski y su equipo en su estrategia de cortejo al presidente estadounidense. “Trump ha forjado una paz en Oriente Próximo que muchos daban por imposible. La misma fuerza se necesita para detener el horror que inflige Rusia en Ucrania”, dijo el 14 de octubre Andrii Yermak, jefe de la oficina del presidente ucranio. “Enhorabuena por conseguir el alto el fuego en Oriente Próximo”, felicitó Zelenski este viernes a Trump en la Casa Blanca, “usted lo hizo y creo que es un impulso para acabar la guerra”. “Vladímir Putin no está listo para ello, pero con su ayuda, presidente Trump, lo podemos conseguir”, continuó el líder ucranio.
El buen tono de Zelenski no logró este viernes, sin embargo, que Trump diera luz verde a la entrega de misiles de largo alcance estadounidenses Tomahawk, con los que el ejército ucranio tendría a tiro todo el territorio occidental de Rusia. “Ambos [Ucrania y Rusia] deberían parar donde están, ¡que cada uno declare victoria, y que la historia decida!“, comentó el presidente republicano, ansioso por apuntarse cuanto antes un nuevo éxito diplomático, lo que, según subrayó con su particular recuento, sería la novena guerra que resuelve.
La realidad geopolítica y la situación militar en Gaza y Ucrania tienen poco en común, pero Kiev y sus aliados europeos insisten en una coincidencia: en ambos casos, Trump está volcado en sellar un acuerdo. “Tras la paz en Oriente Próximo, soy cautelosamente optimista sobre la cuestión de Ucrania”, valoró el 12 de octubre en la televisión ZDF el ministro de Exteriores alemán, Johann Wadephul, “por eso animamos a la Administración del presidente Trump a que se centre en el siguiente escenario bélico”.
Algo que puede extraerse del acuerdo de paz sobre Gaza es la necesidad “de empezar a ser imaginativos para acabar con la guerra en Ucrania”, subrayó el jueves en el Kyiv Economic Forum George Friedman, presidente del centro de estudios estadounidense Geopolitical Futures: “Rusia y Ucrania, ambos tienen imperativos a los que no cederán, pero esta guerra no durará 100 años”. Mason Clark, analista del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), replicó que el conflicto no durará un siglo, pero sí que pueden ser cinco años más. “Los objetivos rusos siguen siendo maximalistas”, avisó Clark.
“No hay analogías directas entre los dos conflictos”, admitió el experto del ISW. Quizá la única, según Clark, es que el acuerdo sobre Gaza es débil y lo que pudiera conseguirse en Ucrania, también. “Es el ánimo al alza en el lado estadounidense lo único que podemos extraer para Ucrania”, coincide Vadim Pristaiko, quien fuera el primer ministro de Exteriores de Zelenski, “más allá de esto, no hay paralelismos posibles, ni los protagonistas ni el tipo de guerra”.
Trump y su equipo se han prodigado en reuniones con las partes implicadas en los dos conflictos, con un estilo negociador marcado por su experiencia como hombres de negocios y no como diplomáticos. Los últimos ejemplos de esta hiperactividad son la reunión del viernes en Washington con Zelenski y la próxima cumbre con Vladímir Putin en Hungría. Su estrategia en ambos escenarios también ha sido de conciliación con el actor más fuerte, las partes invasoras. En el caso de Rusia, la buena relación entre Trump y Putin desespera a Kiev, que apuesta por aplicar más presión sancionadora y militar sobre el Kremlin. El presidente ruso, según The Washington Post, reclamó a su homólogo estadounidense, durante la conversación telefónica que mantuvieron el jueves, el control de toda la provincia de Donetsk.
Hay visiones más pesimistas. “Por desgracia, no veo nada en común entre el acuerdo por Gaza y nuestra guerra, y la principal diferencia es el interés de Trump”, asegura a EL PAÍS un exdiputado y alto rango de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que pide anonimato. “Para él es prioritaria la estabilidad en Oriente Próximo por sus intereses económicos, que son muy superiores a lo que pueda conseguir en Ucrania”, dice esta fuente: “El acuerdo de explotación de los minerales de nuestro país con empresas estadounidenses es poco comparado con lo que puede obtener Trump del mundo árabe y de Israel”.
El rol de Estados Unidos en ambas guerras también es opuesto, porque si Washington es el mayor apoyo y aliado histórico de Israel, con Rusia sucede lo contrario. En el caso de Moscú, el papel de hermano mayor que puede forzar al invasor a aceptar el alto el fuego sería China, como ha recordado en varias ocasiones el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski. Pero Pekín no está por la labor. Así lo hizo saber el pasado julio el titular de Exteriores chino, Wang Yi, a la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas. “China no quiere ver a Rusia perder la guerra”, dijo Wang, según publicaron varios medios a los que le fue filtrado el contenido de la conversación. Para China es una situación ventajosa que EE UU esté enfrascado militarmente en Ucrania porque desvía la atención estadounidense de Asia.
Qatar y Turquía
En la mediación entre las partes beligerantes sí hay protagonistas en común, más allá de la Casa Blanca: en concreto, Qatar y Turquía. Ambos países han mediado entre Rusia y Ucrania, sobre todo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que ha albergado en Estambul en 2025 las negociaciones bilaterales más exitosas entre los dos enemigos en esta guerra. También Erdogan, pero, sobre todo, la cúpula catarí, han tenido un papel en los contactos entre palestinos e israelíes. El propio Trump destacó esta semana que Erdogan “es un líder que puede ayudar a una solución” gracias a su entendimiento con Putin y Zelenski.
Qatar, según el militar y exdiputado consultado por este diario, cambió de estrategia, alejándose de Hamás, gracias a la presión de Trump. “Algo parecido sería si China o Irán cambiaran de posición respecto a Rusia, pero es más complejo”. La exparlamentaria y periodista israelí de origen ruso Ksenia Svetlova cree que Qatar, tras años de mantener vivo a Hamás, es una pieza clave del alto el fuego en Oriente Próximo. Eso, argumenta, finalmente lo hicieron gracias a “un intercambio de favores” con Trump. “Yo no veo que exista un plan así en Rusia” porque “la influencia de Trump sobre Rusia es menor” y “por supuesto, el peso de Rusia, una potencia nuclear miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, es mucho mayor que el de Hamás”, defiende Svetlova.
Svetlova, también analista del centro de estudios londinense Chatham House, estima que “Trump intentará quizás impulsar con más energía y vigor el alto el fuego entre Rusia y Ucrania, aunque no creo que pueda lograrlo con la misma rapidez que en Israel y Gaza, y eso se debe a que el equilibrio de poder es, por supuesto, muy diferente”.
“El equipo de Zelenski cree que habiendo conseguido el acuerdo entre Israel y Hamás, ha aumentado la confianza de la Casa Blanca para conseguir un nuevo éxito”, indica Roman Waschuk, exembajador de Canadá en Ucrania. “Trump se siente más confiado porque ha obtenido resultados presionando a un tipo fuerte como Benjamín Netanyahu, forzándole a dar marcha atrás tras el bombardeo en Qatar”. Israel lanzó en septiembre misiles contra líderes de Hamás en Doha, la capital catarí, provocando la ira de Washington por el ataque en suelo de un aliado.
Por lo menos sí hay una señal para la esperanza que sale del acuerdo sobre Gaza, y es que el conflicto ha sido detenido por un tiempo, afirma Yehor Cherniev, vicepresidente de la Comisión del Parlamento ucranio para la Seguridad Nacional: “Esto es una ventaja para nosotros porque la atención y los recursos de EE UU estarán ahora en Ucrania”.