El presidente de Camerún, Paul Biya, de 92 años, es el jefe de Estado más anciano del mundo y también el máximo favorito en las elecciones presidenciales que se celebran este domingo. Prácticamente desaparecido de la vida pública, supuestamente por problemas de salud, tan solo ha participado en un mitin durante la campaña electoral. Pero ni eso ni sus constantes viajes a Europa para recibir atención médica le han impedido postularse para un octavo mandato. La eliminación de la carrera presidencial de su principal rival, Maurice Kamto, y la fragmentación de la oposición facilitan la posible reelección de Biya, quien ocupa el sillón presidencial desde 1982. Aun así, otros nueve candidatos sueñan con dar la sorpresa.
Biya se convirtió en el jefe de Estado más mayor del planeta en 2022, tras la muerte de la reina británica Isabel II a los 96 años. No es, en cambio, el dirigente que más tiempo lleva al frente de un país: le supera por poco Teodoro Obiang, de 83, presidente de Guinea Ecuatorial desde el golpe de Estado de 1979, primero como líder de una junta militar y luego como presidente electo. Biya, por su parte, llegó al poder tras ser designado presidente por su antecesor en el cargo, Ahmadou Ahidjo, quien sufría problemas de salud. Dos años más tarde, ganó las elecciones y se consolidó en el puesto.
Biya es el presidente y su fotografía, retocada para hacerle parecer más joven, es la que inunda las calles de Camerún en paneles y carteles. Define las grandes líneas y tiene la última palabra. Sin embargo, todos saben que quien toma las decisiones corrientes y gobierna de facto el país es su núcleo más próximo, integrado por personas como Samuel Mvondo, su director de gabinete; Jean Nkuete, líder de la todopoderosa Agrupación Democrática del Pueblo Camerunés (RDPC, por sus siglas en francés, el partido gubernamental); Ferdinand Ngoh, secretario de la Presidencia; o Chantal Biya, de 56 años, segunda esposa del presidente, omnipresente a su lado en sus escasas apariciones públicas.
El pasado martes, Biya participaba en su único mitin de campaña en Maroua, la ciudad más importante del norte del país sacudido por la violencia yihadista de Boko Haram, a donde no había acudido desde 2018. “Soy muy consciente de los problemas que les preocupan”, dijo. “Conozco las expectativas incumplidas que les hacen dudar del futuro. Pero basándome en mi propia experiencia, puedo asegurarles que estos problemas no son insuperables”.
La elección del norte para su única aparición pública no fue casual: de esta región proceden sus dos principales rivales en estos comicios, ambos antiguos colaboradores y exministros: Issa Tchiroma Bakary y Bello Bouba Maïgari.
Los largos periodos que Biya pasa fuera de Camerún, sobre todo en Ginebra (Suiza), donde suele recibir atención médica, se han llegado a convertir en un tema recurrente entre sus detractores, que lo usan como ejemplo de su supuesta incapacidad para gobernar. El Gobierno no informa de dichos viajes hasta el punto de que el año pasado, tras meses sin que la opinión pública supiera dónde estaba, llegó a correr el rumor de su muerte.
El Ejecutivo ha prohibido cualquier debate en medios de comunicación sobre la salud del presidente, al considerarlo un tema “de seguridad nacional”. Algunos dirigentes de su propio partido llegaron a velar armas ante un inminente combate por la sucesión, pero el propio Biya cortó de raíz estos movimientos al postularse en julio para un octavo mandato presidencial.
Además de Tchiroma y Maïgari, un tercer aspirante trata de explotar en su propio beneficio lo que él denomina el “agotamiento” del régimen de Biya. Es Cabral Libii, de 45 años, tercero en los comicios de 2018 tras el propio Biya y Kamto. Se presenta como una alternativa tanto política como generacional y utiliza con destreza las redes sociales, sobre todo Facebook y TikTok, las más populares en África, para hacer llegar su mensaje. Su eslogan de campaña, “la ola naranja”, en referencia al color de la cartelería de su partido político, representa un aire nuevo en la política camerunesa, aunque su verdadero alcance se verá este domingo.
Unos ocho millones de cameruneses están llamados a las urnas en unos comicios que se celebran a una sola vuelta, lo que, una vez más, da ventaja a Biya. Sin embargo, el factor más decisivo, según muchos analistas, es la fragmentación de la oposición que, tras 43 años de poder del nonagenario presidente, no logra superar sus diferencias para encontrar un candidato de consenso. Ni siquiera la exclusión de Kamto por los tribunales después de que se presentaran dos aspirantes del mismo partido ha facilitado esta unidad. El candidato rechazado, aunque cortejado por los grandes barones de la oposición, ha decidido no inclinarse por ninguno de ellos.
Con unos 30 millones de habitantes, la crisis yihadista del norte del país no es la única que sufre Camerún. El conflicto independentista en la parte anglófona del país aún está abierto y ha conducido a una fuerte represión de sus principales líderes. Pese a estas amenazas, la mayoría de los cameruneses señalan al aumento del coste de la vida y al desempleo como sus dos principales problemas, según el Afrobarómetro de 2025.
Pese a todo, el Banco Mundial destaca la resiliencia de la economía camerunesa, que creció un 3,5% en 2024. La inflación bajó del 7,4% al 4,5%. La subida de los precios del cacao y del algodón, dos materias primas de las que Camerún es un gran exportador, ha contribuido a mantener la economía del país. Un tercio de la población vive bajo el umbral de la pobreza.